La alegría nos vuelve inteligentes y sabios. No cuesta nada y hace que la humanidad avance. No es consumir, no es aferrarnos al poder, no es la sustitución del paraíso, no es un lujo.
Ayer primero de agosto recibí un mensaje de Juan Felipe Quintero, editor General de Vivir en El Poblado. Por lo que soy y lo que hago, me encanta indagar sobre el símbolo de este día y me di cuenta de que era el día Mundial de la Alegría, y quiero confesarles que eso fue lo que sentí: una alegría de esas que se cuela hasta el centro del corazón y te saca una sonrisa que rememora nostalgias, conversaciones que arrasan y esas otras donde la complicidad va más allá de la mirada, se mete y agita muchísimos años de historia.
Por eso decidí que este primer artículo, con el tema espiritual que es el que me corresponde desde que conocí a Julio, ¡será sobre la alegría! La alegría de reencontrar amigos, de compartir una cuartilla, de hablar de lo que apasiona y hace vibrar el alma. Indagué en Google: día de la alegría y saltó un “poema” de Bertold Brecht, Satisfacciones: sobre la alegría.
“La primera mirada por la ventana al despertarse / el viejo libro vuelto a encontrar / rostros entusiasmados / nieve, el cambio de las estaciones / el periódico / el perro / la dialéctica, / ducharse, nadar / música antigua zapatos cómodos / comprender / música nueva / escribir, plantar /viajar /cantar / ser amable”.
Entonces inicié mi propia lista, que en verdad es complementaria y pensé: qué bueno sería escribir diariamente una frase, una palabra más hasta llenar blocks y blocks de papel, y el corazón, que tiene una capacidad infinita de almacenar sentimientos y emociones positivas.
La alegría. El ser se nutre de ella, nos hace partícipes de la fuerza que permite que en medio de los torbellinos cotidianos alimentemos la fe en el ser humano, en su capacidad de construir, de avanzar, de impulsarse con entusiasmo con la creencia en mejores oportunidades para todos.
Es indispensable pensar que la alegría no es una utopía y es una necesidad. La alegría nos vuelve inteligentes y sabios. No cuesta nada y hace que la humanidad avance. No es consumir, no es aferrarnos al poder, no es la sustitución del paraíso. La alegría no es un lujo, es una necesidad. No es a la alegría a la que hay que recriminar, es al egoísmo, a nuestras actitudes que generan la miseria -tan inmoral- y que con tan buena conciencia ignoramos.
La alegría es el mejor remedio a nuestros males. Se prepara con dulzura, sintiendo la eternidad. Cultivarla es darle un sabor amable a la vida.
¿Por qué renegamos de la alegría? Ella no nos hace esclavos, es la manera como nos relacionamos con la vida y con los demás lo que nos tiraniza. Kant, tan austero Kant, Spinoza, tan serio Spinoza, dedicaron tantas reflexiones para recordarnos la necesidad de ser alegres. Para ellos serlo es un deber y es la mejor manera de honrar la vida cada día.
Gracias a Vivir en El Poblado, a María Eugenia Posada, a Juan Felipe, a sus dueños, a todos que le apoyan, a colaboradores, a todo el equipo. Sentiré la alegría de escribir y compartir cada letra, cada pensamiento. Mil gracias por permitirme estar de nuevo con ustedes.