Hace casi tres años escribí una columna titulada: “Un libro que me sueño: frijoles con heráldica y dos capítulos más”. Se trataba de una invitación cordial a mis lectores para que me contribuyeran enviándome la receta escrita sobre su manera de hacer frijoles. Palabra más palabra menos, mi solicitud en aquel momento, en uno de sus párrafos decía: “Me siguen pasando los años por encima y permanentemente escucho a diestra y siniestra que en todas partes hacen frijoles, pero a la hora de la verdad en cada una tienen en su receta una mínima diferencia. El asunto me llegó hasta el fondo cuando en estos días, tomándome un tinto en un lugar público, a mi lado se encontraban tres señoras tomando perico y hablando de frijoles. Obviamente se quitaban la palabra y sin entender lo que una le decía a la otra, logré sacar en claro que las tres hacían los frijoles casi igualitos; pero al final de cuentas, resultaron completamente diferentes. Por todo lo anterior, cada día que pasa constato que en esto de recetas sobre frijoles no hay nada dicho y mucho menos escrito, razón por la cual tengo entre ceja y ceja un proyecto (ya tengo borradores) para recopilar en un solo libro una cantidad de recetas, las cuales dividiré en tres capítulos, a saber: 1. Recetas de frijoles de familias de supuesta alcurnia. 2. Recetas de frijoles de incógnitas mujeres de la ciudad y el campo. 3. Recetas de frijoles de restaurantes urbanos y de carretera con reconocida reputación frijolera. Se trata pues de verificar la cantidad de mañas y secretos utilizados tradicionalmente por cocineras de todas las clases sociales en la elaboración de nuestra más apreciada receta. No sé si este libro tenga éxito, y debo reconocer que más de una vez me he equivocado en aventuras editoriales; sin embargo, tengo el pálpito de su buena acogida, al menos entre quienes al igual que yo somos fanáticos comilones de esta papilionácea.” Dos semanas más tarde tenía en mis archivos una significativa cantidad de recetas provenientes de los más disímiles lectores, pues no solo me enviaron sus formulas varias amas de casa, sino que también recibí recetas firmadas por, ingenieros, abogados, banqueras, decoradoras, veterinarios, cocineros de club y hasta una monjita y un ciudadano inglés –por lo visto bastante arraigado entre nosotros– colaboraron todos con mi proyecto. Desafortunadamente el libro aún no ha entrado a imprenta por miles de razones de diferente índole, pero sin lugar a dudas aquella de mayor peso es que entre todas las recetas que tengo, no aparece ni una sola de frijoles verdes, los cuales, sobra decir, no se preparan de la misma forma que los “jechos” y por todo lo que he escuchado son tantas y tantas sus recetas, que se justifica que vuelva y juegue mi propuesta de solicitar a mis lectores su particular o familiar manera de preparar tan importante plato de nuestro recetario regional. Adoro los frijoles verdes y soy fanática consumidora de ellos. Personalmente los preparo caldudos, en un fondo de costilla con cebolla junca y zanahoria, y calados con papa cortada en dados pequeños y mazorcas niñas para saborear su tinta. Los acompaño con carne en polvo, paticas de chicharrón, tajadas de plátano maduro, arroz blanco, arepas de bola, hogao, cilantro picado y aguacate. Amable lector: ¿Cuál es su propuesta? Doy gracias anticipadas a quienes saquen el ratico para contarme y enriquecer mi afrijolado proyecto. Nota: Favor escribirme al siguiente correo electrónico: [email protected] |