No quiero decir que debemos comer cuanta chatarra se nos pase por delante, pero sí aprender a disfrutar en conciencia.
Es una dualidad que me planteo muy seguido, y creo que no soy la única mujer que lo hace. Nos debatimos entre darnos gusto o lucir bien. ¿Qué camino seguir?La misma historia, vivida por diversas protagonistas: encontrarnos frente a la carta generosa de un rico restaurante y… y… elegir la ensalada. Creo que he perdido la cuenta de cuántas veces he hecho esto, mientras envidio secretamente a mis compañeros de mesa y hasta a desconocidos en mesas vecinas.
A veces ni siquiera envidio lo que les sirven, envidio la frescura con la que se sientan a comer un plato salsudo, gratinado, grasoso o, Dios no lo permita, alto en carbohidratos.
¿Cuándo fue que las mujeres convertimos a los pobres carbohidratos en el Coco? ¿Cuándo cambiamos el disfrute de comer por el qué se siente caber en unos jeans talla X?.
Cuando éramos niñas, estos no eran los problemas, sucumbíamos con gusto a nuestros mayores antojos y nuestras mamás incluso guardan fotos de cómo los disfrutábamos. Ahora, en cambio, muchas mujeres nos escondemos para regalarnos una indulgencia. Nos sentamos en la mesa más apartada de la plaza de comidas, comemos enterradas bajo una pila de cobijas, recibimos al del Rappi con un saco tan grande que la capota nos oculta el rostro.
No tiene sentido que vivamos así. Y con esto no quiero decir que debemos comer cuanta chatarra se nos pase por delante, pero sí aprender a disfrutar en conciencia. ¿Tuviste un mal día y te apetece un helado? ¡Cómelo! O, en cambio, ¿fue muy bueno y quieres celebrarlo con una pizza? ¡Pídela!
Creo que si las mujeres nos atreviéramos a darnos estas licencias, a entender que la vida es una y hay que vivirla al máximo -así suene a cliché- seríamos más felices y hasta más productivas. Porque, ustedes lo saben, por las buenas, una mujer lo puede todo.
Es primera vez que lo hago, pero me voy a robar este espacio para recomendar un libro que creo que muchas necesitamos leer: se llama Yo debería ser flaca y es Camila Serna quien lo escribe. En estas líneas hago un muy torpe acercamiento de lo que ella con detalle relata en este texto que es una guía para que aprendamos a sentirnos cómodas en nuestra piel (¡sí, eso es posible!).
Para cerrar, los antojo con algo de lo que Camila escribe: “Son muchas las mujeres que luchan con el peso, independientemente del número que vean en la balanza. Su lucha les roba vida. Ellas logran tantas otras cosas, pero este tema continúa siendo un acertijo que no resuelven”.