“Un emprendedor se tiene que enamorar de los problemas”

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Recorrido de Vivir en El Poblado por el mundo startup. Una página para inspirarse y para conectarse. Disruptivos con cuento. Y con caja.

Hoy: Alejandro López, fundador de Turboboy.

Una embalada de su hermana, la diseñadora de modas Carolina López, encendió el bombillo de la que terminaría siendo una compañía que hoy por mes presta 60.000 servicios y que como fundador le representó lecciones empresariales y de vida.

Carolina tenía que enviar unas muestras con urgencia, pero se quedó con las telas en la mano ¡porque no consiguió mensajero! Y esa fue la chispa que le dio vida a Turboboy, en alianza con ella misma y con Daniel Mesa. “Hice un MBA en el Tecnológico de Monterrey, que es muy fuerte en emprendimiento, y ese caso de la mensajería, además de ver los modelos de Easy Taxi y de Tappsi, fueron la inspiración”, recuerda Alejandro López, a seis años de distancia.

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Problemas es lo que hay

López era el gerente en Colombia de la firma de la minera Boart Longyear y tenía señales del emprendimiento. Una de ellas, que hoy ratifica como modelo: “hay que enamorarse del problema y no de las soluciones”.

El problema era la mensajería, clientes necesitados para sus envíos y domiciliarios que tienen más del 50% de tiempo ocioso, según determinó un estudio de mercado que realizaron durante cuatro meses y con 1.500 entrevistas. “Hay que investigar si el mercado está listo para la idea que uno tiene”, dice Alejandro.

Con todo claro, fundaron Turboboy y contrataron el desarrollo de la plataforma tecnológica que conectaría a los usuarios y vino lo que él califica como “desastre”. La tecnología no dio la talla, perdieron 30 millones de pesos y se derrumbó el sueño de caso de éxito tipo Silicon Valley desde Medellín: “soñábamos vender la empresa a los seis meses”. La segunda plataforma, de otro proveedor, tampoco sirvió; colapsaba con 15 usuarios.

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No tirar la toalla

¿Cómo se para uno de dos guarapazos? ¿De dónde saca uno gasolina para seguir, con dos desastres en un año? ¡Siguiendo!”, recuerda Alejandro. Ya sin Carolina y sin Daniel se puso la meta de cautivar inversionistas y lo logró. Dejó la minería, reunió gente cercana y al final del ejercicio logró darle otro empujón a Turboboy.

El 7 de abril de 2015 salió a las calles con motos y bicicletas, “llevando desde cualquier cosa hasta una escalera de tres metros y lo que permita el sentido común”, y en el primer mes prestó 27 servicios (ya les conté que hoy son 60.000). ¿Se cruza con Rappi? “Sí”, dice. ¿Y con Uber eats? “Comida, no: ¿qué hay más peligroso que un cliente con hambre?”.

Los inversionistas le apuestan es al emprendedor, no al negocio, cuenta la experiencia de Turboboy.

Y con todo sobre ruedas, aparecieron más palos: uno grave, por un modelo financiero equivocado; otro peor, con el diagnóstico de un cáncer; sin embargo, hoy recuerda, “Turboboy me mantuvo enfocado y pronto me volvió el alma al cuerpo”.

De ser uno de tres socios, luego líder único, hoy tiene con otro aliado el 10 % de la empresa. TCC se hizo al 90 % y lo tiene como asesor del grupo.

¿Tantas vueltas para terminar vendiendo? Alejandro dice que un día entendió que ya no era quién para darle a la empresa el valor que se merece: “hay que afrontar, adaptarse, cambiar”, deja como mensaje.

 

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Historias publicadas en este seriado:

 

Por: Juan Felipe Quintero Arango /  [email protected] 

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