Experiencias, no fracasos

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Los tropiezos son momentos que nos piden que vamos al interior. La primera reacción es rechazar la situación, pero lo que esta nos dice es: alto, mírese, es importante integrar lo que vive. Dejarse devorar por los acontecimientos, destruye.
La energía es maravillosa. Encauzarla hacia lo positivo o hacia la vivencia negativa, permite las mutaciones. Conocer el abismo para ascender a la cima.
Aprender a tropezar, a no obtener lo que se quiere, es indispensable. Sin embargo, queremos evitar y evitarles a nuestros seres amados los momentos difíciles. ¡Qué error! Las alfombras rojas que les tendemos les impiden el goce del logro, la dicha de la voluntad y la perseverancia. Tener a pedir de boca crea monstruos, reyecitos y reinitas que nos someten a la esclavitud. No establecer límites propicia que el individuo no sepa después para dónde va.
Bienvenidos los tropiezos que permiten que las energías potenciales se manifiesten. Si esas energías no tienen la opción de emerger mediante partos personales, se transforman en violencia interior y exterior, en adicciones o en la indiferencia frente a la vida.
Solo la vivencia sucesiva de la caída, del obstáculo, permite que las energías se sientan como fuerza tremenda en el interior, y que salgan a la luz y se manifiesten.
El ser humano nace y vive en un primer tiempo a la horizontal, con un horizonte reducido. Su misión es levantarse, caminar, mantenerse con los pies en la tierra, el cuerpo erguido y la cabeza sobre los hombros para mirar hacia dónde va, de dónde viene y levantar la mirada hacia lo alto, el infinito, que es su origen y su destino.
Somos semilla que contiene toda la información del árbol, para crecer, desarrollarse, florecer y dar frutos. Esa información–fuerza, es arcaica y necesita condiciones para devenir lo que contiene en su interior. Bajo la tierra no ve, pero se transforma, se nutre, saca raíces, luego emerge, se eleva, florece, da frutos, pierde hojas, ramas, parece estéril, mientras se vuelve a nutrir desde sus raíces y emerge, florece y da frutos mas vigorosos y bellos.
Cada semilla contiene su propia fuerza para ser lo que viene a hacer y a ser. Las manifestaciones cambian, pero lo esencial permanece.
Este es el tiempo de la gran aventura de la conciencia, de caminar, caer, levantarse y contemplar la vida desde diferentes ángulos, enriqueciéndola. Crecer y poblar la tierra con conocimiento y entrega de lo mejor de sí. El interior siempre es zona de turbulencia, de crisis. ¡Riqueza infinita! Nada de fracasos, experiencias numinosas que integramos y conducen a la claridad, al goce.
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