¡Como están de enfermos la cultura, el país y el planeta! Leo con preocupación los trabajos de investigación de Vivir en El Poblado sobre el deterioro del espacio público y la movilidad y de Juan Carlos Franco sobre el deterioro del aire que respiramos en Medellín. Están muy enfermos el polo del movimiento y el sistema respiratorio de la ciudad. En marzo, Medellín alcanzó cifras de micropartículas en el aire tan altas como Nueva Delhi, campeona mundial de la contaminación.
Una manera de ver la enfermedad, desde otra perspectiva, es verla como polarización o alteración de uno de los polos por exceso o por deficiencia. Colombia vive tiempos de polarización. En lo político, ni se diga: no logramos acuerdos en los temas básicos. En lo social: cada vez son más ricos los ricos, sorprenden las utilidades de EPM, con unos servicios públicos costosos; desconciertan las utilidades de los bancos y algunas empresas; allí laboran miles de personas y algunas no logran vivir con dignidad. En lo corporativo se sacrifican la calidad de vida y la salud de los dirigentes con el espejismo de los altos ingresos y el poder. La clase media se hace más pobre y va desapareciendo como motor de la sociedad. En la educación, seguimos dando palos de ciego y no conseguimos priorizar este aspecto como motor del desarrollo y la evolución espiritual de nuestra gente.
¿Y la salud? Esta sí que da grima, diría mi mamá. Desde que el dinero y la productividad pasaron a ocupar el lugar del encuentro directo entre médico y paciente, nuestra salud se metió en un callejón sin salida. Ni con el ideal de cobertura a toda la población, ni con supuestas medidas contra la corrupción hemos logrado superar la enfermedad que vive el sector. ¿No será que nos tenemos que replantear completamente el tema y mirar la salud desde una perspectiva más humana? Es más que un chiste el apunte que circula: “¿Cuándo iniciará el gobierno los diálogos de Paz con las EPS? Estas generan más muertos que la guerrilla”.
Y también estamos enfermos del polo de la cabeza. Nuestras cabezas, nuestras capitales (del latín caput: cabeza), están alteradas. Cómo extrañamos dirigentes honestos y con ideas claras. Casi todo lo que sale de la cabeza humana -con logros en el campo de la ciencia y la tecnología- parece volverse contra nosotros. La tecnología nos desbordó y lo que debería ponerse al servicio del ser humano, se ha vuelto enfermizo. Las redes sociales, a más de revolucionar la forma de comunicarnos, inducen conductas generadoras de enfermedad e irrespetan la intimidad del ser humano. No nos podemos esconder bajo un código digital para descargar calumnias, injurias, etcétera. Abundan las campañas mediáticas llenas de mentiras e imprecisiones y los hacker están al servicio de oscuros intereses.
La corrupción y la mentira constituyen una enfermedad esclavizante que podemos definir como cáncer de la sociedad. Una de las causas de cáncer según R. Steiner es el fomento unilateral del egoísmo que lleva a la competencia feroz. La competencia es necesaria y la superación que esta implica es importante; pero nuestra sociedad nos inculca este principio de manera egoísta, deformando el sentido original de la superación. El ser humano termina comportándose como un ser aislado y con intereses egocéntricos y el ego termina devorando al yo y al alma.
“El Cáncer surge del excesivo contacto del hombre con la materia, cuando el hombre pierde su sentido de existencia, su libertad.” (Fintelman). La curación para estos tres tipos de enfermedades sociales, la del movimiento, la de la respiración y la de la corrupción, empieza por cada uno de nosotros. Pregúntese estimado lector cómo puede usted generar salud. Colombia es un país lleno de potencialidades, pero habitado por una sociedad que está muy enferma.
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