Los médicos griegos señalaban que la base de la relación médico-enfermo es la amistad. Entre terapeuta y enfermo debe haber un intercambio entre seres que se reconocen y se escuchan.
El lenguaje eleva al ser humano por encima de los demás reinos. Hablamos no solo con la laringe: es todo el ser humano el que habla. Él participa de la formación del lenguaje y se manifiesta como persona a través del habla. “Somos seres humanos a través de la organización de la laringe. Los elementos del lenguaje son decisivos para la forma del ser humano. Al hablar volvemos a los tiempos del nacimiento cósmico del ser humano”.
Por encima de los formalismos académicos, el genuino deseo de comprender el mundo no soporta fórmulas. Estanislao Zuleta entendió que el saber debe acercarse a la vida y que el lenguaje -nacido y vivificado en los labios de las multitudes- puede dar razón del mundo por vías más elocuentes que la jerga árida de los especialistas. En nada creyó tanto Zuleta como en la conversación.¹
“-¿De dónde vienes? Preguntó el rey. -De los abismos en los que reposa el oro, respondió la serpiente. -¿Qué es más precioso que el oro? —preguntó el rey. -La luz, contestó la serpiente. -¿Qué es más reconfortante que la luz?, preguntó aquél. -La conversación, respondió ésta.” ²
En el espacio terapéutico la conversación es clave. El terapeuta parte de la escucha consciente y de la creación de una atmósfera compasiva frente al enfermo. Los médicos griegos señalaban que la base de la relación médico-enfermo es la amistad. Cuando terapeuta y enfermo se encuentran debe haber un intercambio entre seres que se reconocen y se escuchan.
Este encuentro pasó a ser un proceso técnico y utilitario y la relación quedó intermediada por los aparatos y las pruebas de laboratorio. Los pacientes reclaman ser mirados y escuchados. Y aunque la preparación científica y profesional es esencial para el acto médico, sin la formación humanista y el respeto por el enfermo, el acto será incompleto.
En la medicina científica se hace énfasis en el diagnóstico y se ignora el aspecto individual de la dolencia. La palabra es como una piedra preciosa: con ella puedo despertar a mi interlocutor, si la entrego bien; pero si la lanzo a su cara, puedo hacerle daño.
1. w. ospina. un álgebra embrujada.
2. Goethe. La serpiente verde o la bella Lilia