El pasado fin de semana, el barrio Provenza, en El Poblado, fue protagonista en medios de comunicación locales, nacionales y en algunos internacionales. Por sus calles salió a pasear un ciudadano extranjero con una mujer en ropa interior y atada a él con una cadena. Más allá del escándalo, el deseo particular de hacer pública una fantasía, la desnudez, el comparendo recibido por la mujer o el deseo del alcalde Daniel Quintero de expulsar al ciudadano extranjero, hay una realidad: este suceso es una anécdota más en un barrio cuyos habitantes buscan soluciones para disminuir las que consideran, problemáticas crecientes y actuales: el ruido proveniente de algunos locales comerciales, la presencia de basura en las calles, episodios de inseguridad, incumplimiento del Plan de Ordenamiento Territorial, aumento del turismo sexual y el estacionamiento de vehículos variados hasta la madrugada, y a la salida de sus edificios residenciales.
Le puede interesar: Así avanza la reactivación del Parque Lleras, en El Poblado
La historia local cuenta que el actual sector de Provenza comenzó a consolidarse como barrio a partir de 1966, año en que terminó la construcción de la iglesia La Divina Eucaristía. Aunque ya existían algunas casas y fincas, a partir de entonces, llegaron familias jóvenes. Durante sus primeros años fue un barrio en el que los niños jugaban fútbol, la gente comía pomas y mandarinas de los árboles, había partidos de fútbol, y algunos pescaban en la quebrada. Con Lalinde, Lleras, Manila y Astorga y Patio Bonito hizo parte del llamado “antiguo Poblado”.
Cuando los hijos de muchos crecieron, esas familias dejaron las casas y las vendieron a constructoras o comerciantes. Fue así como este lugar comenzó a llenarse de locales comerciales; su cambio se intensificó con el auge del Parque Lleras. Hoy, cuando ese auge ya no existe, muchas personas llegan a Provenza para disfrutar de sus restaurantes, bares o incluso del turismo sexual que existe en modalidades variadas, y ya se difunde en otros países a través de catálogos o páginas web.
¿Una historia de acciones sin resultado?
Esteban Duperly es escritor y periodista. Vivió en Provenza varios años y vio de cerca muchas de las situaciones que el barrio tiene actualmente. Cuenta que en el pasado, él y varios vecinos buscaron soluciones y participaron en conversaciones con algunos comerciantes. Fue algo espontáneo entre el 2014 y el 2015.
“La reunión se hizo una mañana en El Social, que en ese entonces encarnaba lo que luego sucedió en mayor magnitud: un lugar pequeño y tranquilo de socialización que en muy poco tiempo se convirtió en un sitio que convocaba a más gente de la que podía cargar y había empezado a generar molestias por ruido, congestión, manejo de basuras y movilidad. En esa reunión había mucha gente, tal vez unas 40. Había dueños de locales, de hostales, algunos de los dueños de El Social y varios vecinos. Yo recuerdo que fui con Valeria Mejía. También estaba allí Laura Mora, y Pablo Mora, su hermano (artista plástico) quien fue muy vehemente al señalar que si a los residentes nos hacían ir del barrio, al sector le iba a suceder lo mismo que al Parque Lleras, que ya estaba en decadencia. También en esa reunión se trató el tema de la ampliación de la 34 y qué pasaría si esa vía se convertía en una calle de doble calzada y mucha velocidad”.
Le puede interesar: 5 cambios que necesita Provenza
Sobre los resultados concretos de ese encuentro, cuenta que “no hubo ningún resultado tangible. La idea era que los restauranteros y dueños de bares y etc, entendieran que en el sector había que mantener la vocación residencial. Que el barrio podía tener una vocación compartida, pero que debía primar la residencial y comercial diurna. Pero desde luego primó la perspectiva de negocios nocturnos en los que se hacían altas inversiones y a los que había que recuperarles la ganancia rápidamente”.
Respecto a la posibilidad de encontrar una solución a los problemas actuales, dice: “Yo no creo porque el barrio ya pasó un punto de quiebre. Lo residencial ya solo existe en la periferia de Provenza, que son los edificios que quedan en las calles externas. Prácticamente ya no queda una sola casa donde vivían personas mayores, jubilados, habitantes de siempre, o familias con niños quienes le daban una dinámica muy diferente al barrio. Cuando yo me pasé a ese sector, a finales de 2009, aún montaban en bicicleta en la calle. Deshacer un restaurante para volver a poner ahí una casa de habitación es imposible. Incluso muchos locales de tamaño pequeño y vocación tranquila han sido absorbidos por otros más grandes. De los bares, los cafés y los restaurantes pequeños ya se pasó a las discotecas. Para mí el sector ya viró por completo a un distrito nocturno y el reto sería cuidar que la oferta de ilegalidad se mantenga en márgenes controlables, que lo poco de área residencial se pueda conservar, y evitar que eso pase de nuevo en otro sector. Si ya pasó en el parque Lleras, si ya pasó en Provenza, ¿cuál será el siguiente sitio? ¿Llanogrande? ¿Ya lo es?.
Jorge Pérez, arquitecto y ex director del Departamento de Planeación de Medellín conoce bien el sector. No solo desde el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) en el que participó, sino también desde su experiencia como habitante. Explica que el POT, a través del Acuerdo de 2014, planteó un Protocolo de Protección a Moradores y un Protocolo Ambiental Urbanístico como respuesta a los aprendizajes con entornos de las calles como San Juan, La 33, 45, y otros, que mostraban degradación de los entornos barrios, alrededor de 6 años después.
Dice que a muchos vecinos como él los han derrotado y les toca vender sus propiedades ante el ruido de locales comerciales, mala gestión de los residuos, parqueo irregular de vehículos, reformas ilegales de antejardines, ocupación de andenes y otras anomalías. Explica que estas acciones suceden por “complacencia de las autoridades y desgobierno sin límites”.
Y agrega que es posible vivir en una ciudad densa y mixta si hay civismo, corresponsabilidad, solidaridad, respeto y una cultura de habitar.
Acciones actuales de las autoridades
De acuerdo con José Gerardo Acevedo, secretario de Seguridad y Convivencia de la Alcaldía de Medellín, desde julio pasado “se han realizado (en el Parque Lleras, Provenza y Manila) 76 acciones integrales entre la Administración Municipal y la Policía Metropolitana. Se han sancionado 48 establecimientos comerciales, se han impuesto 457 comparendos y ejecutado 75 traslados y capturas por conductas variadas”.
También anuncia un panorama nuevo: “hemos visto como una de las zonas más importantes de la ciudad, pero que también se ha deprimido con los años, hoy tiene una visión nueva por parte de la Administración Municipal. Hay voluntad y acciones para darle la importancia que se merece. Gracias al compromiso de las secretarías de Seguridad, Desarrollo Económico, Espacio Público, Gobierno y Alcaldía, este lugar tiene un plan estratégico de recuperación”. Y agrega que a través de la tecnología y vigilancia, en esta zona han aumentado las capturas por hurto en un 112 por ciento (121 casos) y se han realizado “más de 7.200 procedimientos de pesquisa”.
Le puede interesar: ¿Quién pone en orden el parque Lleras?: volvemos a preguntar…
Sobre esta situación, Luis Bernardo Vélez, ex secretario de Inclusión, y una de las personas que mejor conoce a Medellín, opina que esta problemática no se resuelve con comparendos policiales; se necesita un trabajo social constante. Respecto al tema de turismo sexual que reportan varios de los vecinos de este sector, explica que “el fenómeno de turismo sexual no es nuevo; lo que pasa es que se ha transformado. Luego de la pandemia y el confinamiento, muchas de las personas que trabajaban en él, se movieron del centro a El Poblado. Este es un asunto que requiere una intervención social y no se trata de un tema de la policía. Sabemos que la prostitución no es un delito; debemos evaluar qué oportunidades hay para las personas que trabajan en este negocio y cómo se está tratando su situación”.
Cuenta que uno de los factores que influye en el tratamiento del turismo sexual es la decisión de la actual administración local de cambiar el programa “Por una vida más digna” que ejecutaba la Corporación Amiga Joven (especializada en el tema y con experiencia comprobada) junto a otras instituciones de la ciudad.
Como cuenta la columna publicada por Bernardo Guerra el domingo 10 de octubre en El Colombiano, menciona que el tratamiento de este programa y situación se le adjudicó hace unos meses a la Fundación Star Cop Humanity que tiene sede en Bogotá, es representada por la señora Hannya Vanessa Clavijo, y apenas empezó a conocer la problemática de Medellín. Esto cambió un proceso de varios años y con personas variadas.
Una unión que busca “recuperar a Provenza”
Un grupo de administradores de varios edificios y que agrupan a aproximadamente mil apartamentos se reunieron con Vivir En El Poblado para contar su perspectiva de la situación. Cada uno y desde la experiencia de su edificio particular coincide en afirmar que a pesar los llamados a la policía y los comparendos impuestos, no hay un cambio ni una mejoría visible o significativa. “Hemos enviado quejas y comunicados. Nuestros inquilinos llaman a la Policía, los agentes llegan a los lugares de ruido, conversan con los dueños de los negocios o los organizadores de las fiestas, bajan el volumen o llegan a un acuerdo, y minutos después, cuando se van, todo vuelve a lo mismo”. Advierten que no les interesa figurar ni que su nombre se conozca. No solo por temas de seguridad sino porque nos interesan más los resultados que aparecer en medios o redes sociales.
Cuentan que muchos edificios, a título personal, instalaron barreras para evitar que los vehículos de turistas y personas de otros barrios estacionen en cualquier lugar y a cualquier hora. A este tema agregan las basuras y algunos episodios de inseguridad como robos o agresiones en lo que han involucrado alucinógenos. “Algunas personas mayores que viven en los edificios se van a pasar el fin de semana donde sus hijos para descansar del ruido y de todo lo que se ve aquí. Esto queremos evitarlo porque Provenza es un lugar agradable, bonito y cómodo porque está cerca a todo”, dicen.
Agregan que entre sus planes no está hablar por ahora con los dueños de establecimientos comerciales porque no tienen puntos en común: “tenemos intereses muy distintos”. También anuncian que los administradores de edificios crearán pronto una asociación para “rescatar” la parte residencial.
“Próximamente nos vamos a unir los administradores para rescatar la parte residencial. Nos interesa trabajar con las autoridades para que nos ayuden. Vamos a trabajar con más intensidad por el sector, y también emprenderemos las acciones legales necesarias para lograr que las personas puedan vivir tranquilas aquí. Hay profesionales de disciplinas variadas y confiamos que entre podamos lograrlo”.