Marzo 8, Día Internacional de la Mujer, conversación en la calle: “¿Y tu mamá qué hace?”, preguntó el uno. “Nada… ella es solo ama de casa”, respondió el otro.
Flores, chocolates, tarjetas, mensajes… se les agradece. Nunca sobran las manifestaciones de cariño. Pero tampoco sobra recordar que el 8 de marzo de cada año no es una celebración, sino una conmemoración. Y no es lo mismo: celebrar, realizar un acto festivo; conmemorar, traer a la memoria colectiva.
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El 8 de marzo nos trae a la memoria la lucha permanente de las mujeres por la protección de sus derechos. Y esta vez, por supuesto, no tendría por qué ser diferente. Es más: es diferente.
Conmemoramos -que no celebramos- un año de la llegada del COVID19, una pandemia que agudizó la desigualdad de género. Datos entregados por el DANE demuestran que los hombres se han visto menos afectados por la pérdida de trabajo remunerado, y las mujeres, en cambio, han tenido que dedicarse más a las labores del hogar y del cuidado no remunerado.
Es el trabajo que no se cuantifica. O era, porque en los últimos años se ha empezado a nombrar y a definir como la “economía del cuidado”, lo que representa un importante primer paso. La ONU la incluyó en la lista de los ODS -Objetivos de Desarrollo Sostenible-, en la Meta 5: “Reconocer y valorar los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico no remunerado”. Y en Colombia, ya está definida en la Ley 1413 de 2010: “Por medio de la cual se regula la inclusión de la economía del cuidado en el sistema de cuentas nacionales, con el objeto de medir la contribución de la mujer al desarrollo económico y social del país y como herramienta fundamental para la definición e implementación de políticas públicas”.
Esas labores de ama de casa, entonces, ya están puestas en números. Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, del DANE, la producción del trabajo doméstico y de cuidado no remunerados equivale al 20 % del PIB colombiano. Si este trabajo se pagara, dice el DANE, sería el sector más importante de la economía.
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Y acá es donde se hace evidente la brecha de género: el 78 % de las horas dedicadas a las labores no remuneradas en el hogar es realizado por mujeres. Casi la mitad de estas mujeres (el 47 %) trabajan también externamente, de manera remunerada. ¿Qué implica esta sobrecarga? Tener que dividir su tiempo entre los cuidados y el mercado laboral se traduce en menos ingresos y menor acceso a la protección social para las personas cuidadoras, además del desgaste físico y emocional que les implica.
Bienvenido, entonces, el Día Internacional de la Mujer, para conmemorar y valorar ese trabajo invisible, ese engranaje interno que mueve al mundo.