El Territorio Like rellena el mapa colombiano, convirtiendo temas de ocasión en trending topics y llenando, en consecuencia, los bolsillos de influenciadores y anunciantes.
Cierro los ojos y veo la imagen de un jinete en un paisaje agreste que, al final de la jornada y con música de fondo, enciende un cigarrillo y se traga las primeras roscas de humo como si en ello le fuera la vida. (¡Divinooo!!, suspiran mis hermanas). Mientras, una voz masculina lee un texto que empieza o termina –no recuerdo bien- con la pepa de la nuez: Territorio Marlborooo. (Puro glamur).
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De ahí en adelante se me agolpan otras imágenes: el boro, boro en los semáforos, las cajetillas de contrabando, las bocas con olor a cenicero (¡guácala!), los dedos amarillos. Los graves riesgos que corren los fumadores, las campañas de salud, la caída en desgracia del cotizado vicio. El triste fin del cowboy de marras…
Y la compleja evolución que ha tenido el Territorio Marlboro. En Colombia, dramática: Territorio Guerrilla, Narco, Paramilitar, Impunidad, Corrupción, Inequidad… Territorio Covid, Territorio de Nadie… Territorio Influencer…
Territorio Like.
¿En qué momento se volvió light Colombia? ¿En qué momento un like –sí, un pulgar hacia arriba- comenzó a pesar más en el ambiente que un argumento sólido, un análisis detenido, una opinión clara, una idea contextualizada, una credibilidad bien ganada, un nombre hecho a pulso?
Hoy día son los borregos de las redes –no todos los seguidores lo son-, los que juegan el papel de legitimadores o acosadores, convirtiendo temas de ocasión en trending topics y llenando, en consecuencia, los bolsillos de influenciadores y anunciantes (disparando la porno riqueza de los prototipos de Silicon Valley) e, incluso, valorando el caché de periodistas –algunos confunden el rigor del oficio con fungir de machos alfa de sus efímeras manadas- y el potencial electoral de alcaldes, y otros funcionarios, que ejercen a punta de trinos y tendencias.
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Por eso será que los dictámenes “científicos” de una exmodelo cuarentona avanzada, anclada en los veinte, resultan más acatados que los de epidemiólogos. Que las afinidades políticas de una exreina, actriz nostálgica de sus adoratrices, la ubican en el curubito de la intelligentzia criolla. Que tanta gente, por cuenta de mantener hundida la cabeza en el móvil, va adquiriendo cogote de avestruz. (¡Un Kafka por favor!)
Que la mayoría de los influencers, que aquí se dan silvestres, sean más exitosos que personas que se han preparado para ser útiles a la sociedad. Que las “genialidades” de ciertos tuiteros pensadores -voy a desayunar y no sé si comer huevos fritos o revueltos, ¿qué opinan? Los leo.- muevan gente como para llenar estadios.
Que las burlas por un desafortunado “así-lo-querí” presidencial, acallen las críticas sensatas a desaciertos del gobierno. Que crear hashtags para despotricar de todo y todos, mantenga el rebaño virtual como les gusta a los dueños del balón: picado de tábano.
Son, apenas, algunas características del Territorio Like que rellena el mapa colombiano.
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