El significado del perdón
/ Jorge Vega Bravo
En la historia de la humanidad se ha discutido el tema de la culpa y la responsabilidad de personas y organizaciones frente a faltas y crímenes. En Colombia nos enfrentamos a este tema, ahora que el gobierno y las Farc iniciaron los diálogos de paz. La culpa tiene que ver con el pasado y el perdón con el futuro. El tema de la culpa o la inocencia se queda en el ámbito de lo legal, mientras que el perdón es una cuestión ética. Y en esta época, cuando predomina la visión materialista e intelectual, la humanidad está conducida por legalismos abstractos más que por impulsos éticos o morales.
La manera de pensar desde la culpa y el legalismo es el modelo de los pueblos precristianos y alcanza su culmen en el Derecho Romano. Los ideales de libertad y amor que sustentan la actitud de perdón son una tarea de la humanidad postcristiana. El mensaje de Cristo tiene su centro en el mandamiento del amor y en la opción de perdonar en un sentido profundo. Este sentido es desarrollado por Sergei O. Prokofieff en el libro El significado oculto del perdón (Ed. R. Steiner, 1995), donde trae numerosos ejemplos de per-donar en el sentido de dar, de renunciar para servir. Prokofieff cita al psiquiatra norteamericano George Richtie, quien en su libro Regreso al futuro (1978) relata que en 1945 fue enviado como médico a un campo de concentración nazi recién liberado a atender a los famélicos prisioneros. Allí conoció a un judío polaco apodado Bill Cody, quien comparado con los demás era bien diferente: “Su postura era erguida, sus ojos brillantes y su energía infatigable”. Hablaba cinco idiomas y trabajaba 16 horas al día, ayudando, haciendo de intérprete, intermediando conflictos. Richtie pensó que Bill Cody llevaba menos tiempo allí, pero pronto se dio cuenta de que llevaba seis años en el campo, con la misma dieta de hambre y en las mismas barracas, sin dar muestras de deterioro físico o mental. Y lo más sorprendente: todos los grupos del campo de concentración lo consideraban su amigo. El enigma se resolvió cuando Cody decidió narrar su propia historia: “Vivía en la zona judía de Varsovia con mi mujer y nuestros cinco hijos. Cuando los alemanes llegaron pusieron a todo el mundo contra la pared y empezaron a disparar. Pedí que se me permitiera morir con mi familia pero como hablaba alemán me confinaron a un grupo de trabajo”. Hizo una pausa, quizás recordando la muerte de su mujer y sus cinco hijos, y siguió: “Yo tenía que decidir en aquel momento si me dejaba llevar por el odio hacia aquellos soldados… Fue una decisión fácil. Yo era abogado y en mis prácticas había visto lo que el odio puede acarrear a las mentes y los cuerpos de las personas. El odio había matado a las seis personas que más me importaban en el mundo. Entonces decidí que me pasaría el resto de mi vida amando a cada persona con la que me encontrara”. Y Richtie añade a esta historia: “Amar a cada persona: esta era la fuerza que había permitido a este hombre mantenerse bien ante tantas privaciones”.
Este relato es un patético ejemplo de perdón en el sentido más sublime. Y esto sólo es posible desde el Yo superior humano. “Este anhelo del Yo superior de sacrificarse en el acto de perdón”, encuentra su reflejo en el sentido de la palabra per-donar en casi todas las lenguas. En alemán es “vergeben” y en inglés to forgive: ambas con el gesto de regalar, de dar. En francés: “pardonner”, en italiano “perdonare”, todas ellas con la sensación de alivio del que entrega y libera una carga. Prokofieff profundiza en otros aspectos de este acto elevado que acompaña todo proceso de paz y reconciliación y define el perdón como “un acto de olvido voluntario y consciente”, donde el yo inferior transforma las fuerzas egoístas y da paso al Yo superior que quiere ser plenamente humano.
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