Gustav Mahler, el músico austríaco, tenía una percepción del ser humano que resuena con la que planteaba R. Steiner en el mismo momento histórico: el ser humano es síntesis de naturaleza y cosmos.
Acabo de participar como docente en el cuarto año del curso de posgrado de medicina antroposófica en Colombia, con docentes de Alemania, Holanda, Suiza, USA y Colombia, y con la participación de 93 estudiantes entre médicos, odontólogos, psicoterapeutas, enfermeras, fisioterapeutas y estudiantes de terapia artística.
La imagen del ser humano que tiene la antroposofía, nos permite retornar a la imagen íntegra que tuvo la humanidad a lo largo de centurias y que se vio fragmentada con la visión reduccionista de la ciencia actual, de la mano con la separación entre filosofía, arte, religión y ciencia a la que asistimos en los siglos XIX y XX.
En el primer año se observa el reino mineral y relacionamos sus leyes con las que rigen nuestro cuerpo físico. En el segundo año se hace observación del reino vegetal y de su relación con el cuerpo vital o vegetativo, que está presente en el sistema nervioso autónomo. En el tercer año la observación va hacia el organismo animal y lo relacionamos con los procesos de movimiento propio, conciencia y respiración. En este cuarto año, se aborda al ser humano con su autoconciencia y con las tres cualidades que lo separan de los animales: andar erguidos, hablar y pensar, reunidas en lo que R. Steiner nombra como la Organización del Yo.
Muchos pensadores concibieron al ser humano como la síntesis de los cuatro elementos: “He observado a todos los seres: piedras, plantas y animales y me parecieron como letras dispersas de las cuales el hombre representa la palabra completa y viva”: Paracelso (1493-1540).
El 20 de octubre escuché en el teatro Metropolitano -en una fusión de las tres orquestas de nuestra ciudad, bajo la dirección del maestro Rettig- la tercera Sinfonía en Re menor de Gustav Mahler (1860-1911) y constaté cómo este músico austríaco tenía una percepción del ser humano que resuena con la que planteaba R. Steiner (1861-1925) en el mismo momento histórico: el ser humano es la síntesis de la naturaleza y del cosmos.
Gustav Mahler inicia su sinfonía con la llegada del verano y relata de manera sublime “lo que me cuentan las rocas”. El segundo movimiento describe “lo que le cuentan las flores”; el tercero se subtitula “lo que me cuentan los animales del bosque” y en el cuarto aparece la voz humana como una expresión clara de lo que somos; la contralto entona: “¡Oh, Ser Humano! ¡Presta atención! ¿Qué es lo que la profunda medianoche dice?… ¡El mundo es profundo! ¡Y más profundo de lo que el día recuerda!”.
En el quinto, un coro infantil nos introduce en un reino más elevado y aparecen los ángeles acompañando la evolución humana. El sexto es una meditación que nos eleva hacia lo más trascendente: “lo que me cuenta el amor”: Gustav Mahler lo relaciona con la fuerza divina. Invito a los lectores a escuchar esta sinfonía.
Por diferentes caminos -y el arte es uno esencial- necesitamos ver al ser humano como unidad, como síntesis de la naturaleza y del mundo. Esto nos conduce a ser más humanos.