/ Jorge Vega Bravo
Cuando estamos frente a una situación dolorosa, sea corporal o emocional, nuestra conciencia sufre una alteración y las alertas se encienden. El dolor implica un desplazamiento de la conciencia -cuya sede principal es la cabeza- a otro lugar del cuerpo o del alma. Aún en las relaciones humanas de amistad y amor, el dolor tiene una función transformadora. Pensamos, con Pedro Laín Entralgo (médico, filósofo y escritor español, 1908-2001), que a la humanidad actual le duele la relación entre el médico y el enfermo.
Según Laín en su libro El Médico y el Enfermo, las razones que explican esta situación son varias: 1. La penetración profunda de la técnica en el diagnóstico y el tratamiento. Paul Virilio habla de “la intrusión intraorgánica de la técnica y sus micromáquinas en el seno de lo viviente”. El encuentro mediado por la máquina dificulta el contacto “humano” entre médico y enfermo. 2. La práctica de la sicoterapia y la aceptación del enfermo como sujeto, da lugar a fenómenos de transferencia que a veces son mal manejados. 3. El enfermo interviene en su tratamiento con aspectos positivos como el cambio de hábitos y la responsabilidad en el proceso de curación y con aspectos negativos como la automedicación o la falta de adherencia al tratamiento. 4. Los esquemas actuales de seguridad social y la intermediación financiera masificaron la atención, disminuyeron su calidad y tiempo y despersonalizaron la relación.
Además de un buen diagnóstico –hoy tenemos herramientas excelentes– y una buena prescripción terapéutica, es necesario recuperar la naturalidad de la relación médico-enfermo. Para lograrlo voy a recordar –con Laín Entralgo– la estructura y la esencia del acto médico. “El acto médico es un encuentro entre dos seres humanos, determinado en su contenido, en su figura y en su curso por la intención consciente o inconsciente”, del médico de brindar ayuda y del enfermo de transformar la enfermedad y alcanzar la curación. Una adecuada conexión o ‘enganche’ entre estas intenciones es el fundamento del acto médico y sobre ellas se construyen sus cuatro momentos principales. Un momento cognoscitivo o diagnóstico, un momento terapéutico o tratamiento; entrelazado a estos dos un momento afectivo que incluye el saludo y la capacidad de escucha. (Relato frecuente de los pacientes: “el médico ni me saludó y a duras penas me miró; no me examinó, se limitó a escribir en el computador y a hacerme la receta”). Y un momento ético-espiritual configurado por el ámbito cultural y social en el que se mueven los actores. Y es que el acto médico es a la vez personal y social. Es personal por la intimidad del encuentro entre dos personas (con frecuencia percibo la incomodidad del enfermo cuando va a entrar a la consulta acompañado). Y es social en cuanto a que estos dos seres existen en una sociedad que los condiciona.
Vamos a seguir ahondando en este tema y para cerrar esta introducción, expreso mi admiración por los médicos que escuchan, que se conduelen, que aceptan sus límites más allá del miedo a la muerte; pido disculpas y brindo un homenaje a los enfermos que no son escuchados, que no son acompañados.
Coleta: In memoriam del Arquitecto Luis Santiago Mesa Ángel, quien partió el 3 de Julio de 2012 después de una penosa enfermedad con algunas intervenciones médicas alejadas de la phylía.
Coda: Tuvimos una experiencia estética de alto nivel el pasado sábado 29 de Junio en el Teatro Metropolitano, al escuchar la orquesta de cuerdas Festival Strings Lucerne de Suiza, comandada por el gran violinista Daniel Dodds. El sonido de su Stradivarius penetraba las entrañas y la manera compacta y gozosa de tocar de este grupo nos hace pensar que es posible acercarse a la perfección.
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