La vida nos pone a hacer la experiencia de la belleza, del amor, propone mirar el mundo, la naturaleza y a los demás con el corazón listo a sorprenderse.
Vivir es ver la luz en medio de la oscuridad y hacer de la oscuridad una esperanza de luz. Eso es lo que nos permite afrontar tanto las alegrías como también ir mas allá de los límites de la desesperanza, del olvido.
Por eso hay que actuar con la increíble sensación de que en nuestros errores también puede estar nuestros éxitos, porque es en la inmovilidad, en la falta de acción, donde cocinamos nuestros verdaderos fracasos.
La vida nos pone a hacer la experiencia de la belleza, del amor, propone mirar el mundo, la naturaleza y ver a los demás con el corazón listo a sorprenderse y emocionarse. Sin duda, los griegos son nuestros grandes maestros porque cultivaron la contemplación, sabían que el deseo por la ciencia se inicia desde el deseo estético y amoroso.
Los griegos postulaban que detrás de cualquier realidad hay otra mayor y otra y otra… y mirar la vida así le da un matiz de eternidad sagrada. Hacen ciencia – conciencia de esa realidad escondida que al descubrirla crea, y al crear es que da nacimiento a la verdadera vida. Porque cuando la conciencia existe, el universo existe.
La vida empieza cuando tenemos conciencia de lo real y de lo que lo real esconde. La falta de conciencia es caos en todos los planos: social, religioso, político. Reflexionar es vivir las cosas dos veces. Para descubrir el espíritu de la vida es necesario amar la existencia y la libertad, sin divisiones.
También hay que reconocer que en cada uno habita un ser que nos da miedo, que tiene vergüenza, que aparece cuando no estamos presentes en lo que hacemos. Cuando nos invade la nostalgia, esa que uno siente cuando se ha tocado con el amor y la belleza de la inteligencia.
No quiero banalizar la vida ni las experiencias, eso sería matar a Dios. Prefiero ser e invitar a ser puentes entre las realidades que vivimos, entre lo visible y lo invisible, entre lo terrestre y lo celeste, creo que si lo hacemos nos abrimos al universo y a la creación.
Por eso, es relevante para todos nosotros hoy maravillarnos también cuando erramos. Como los mitos nos lo enseñan: ser capaces de ver la realidad real detrás del amor, detrás de las cosas, afrontar los significados, provocar, devenir hombres míticos, viviendo la trascendencia.
Para vivir hay que trascender de la luz y, como propone Yourcenar, “incluso si algún día, solo te presentara tu espejo un retrato deformado en el que no te atreves a reconocerte, siempre habrá, en algún sitio, un reflejo inmóvil que se te parecerá. Y de esa misma manera inmovilizaré yo tu alma”.