Sobre la mesa hay una torta con flores rosadas de chocolate y un flan coronado con crema blanca y semillas que deja un sabor dulce a calabaza y tal vez te hará pensar si puedes comerlo todo. Si miras bien esta mesa en la que trabaja, tal vez lleguen algunas palabras a tu mente: perfección, detalle o armonía.
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La autora de estas y otras preparaciones se llama Juliana Álvarez, considerada una de las mejores pasteleras colombianas. En el 2006, y con 21 años, solo tenía una batidora, un horno microondas, un camino incierto y el deseo de ser la mejor.
También había un divorcio recién salido del horno y una hija de 1 año llamada Sofía. En aquel entonces y como mamá soltera, “solo pensaba en cubrir los gastos”. Por eso, ahora, cuando ve los cursos ofrecidos o los miles de seguidores que tiene en redes sociales o Youtube, agradece: “Es increíble todo lo que ha pasado. Incluso hay gente que llora cuando me ve”.
“A veces creemos que la gente busca perfección. A mis alumnos les cuento que hay otras cosas: un buen servicio, el sentimiento que dejas”.
Cuenta que creció en Medellín, en una familia de tres hijos a la que llegó la escasez económica. Para esquivarla, trabajó como secretaria entre los 17 y los 19 años. Sabía que se trataba de un oficio temporal, y por eso, tan pronto pudo se registró en un curso, en el Sena, para aprender a ser repostera: “Lo escogí porque siempre me han gustado la cocina y el arte; ahí iba a poder combinarlos”.
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Esta mujer que habla con la misma alegría de sus tortas de colores, cuenta que hace un tiempo lloró en un programa local de televisión al que llegó por invitación de Lucero Vilches.
¿Qué le dirías a la Juliana de 21 años?, fue la pregunta. Con los ojos aguados respondió: que la admiro.
Se emocionó al recordar los esfuerzos y la disciplina, en un camino que ha sido difícil y continuo. En el 2017 y después de hacer un préstamo en euros, viajó a España, para estudiar con Paco Torreblanca, considerado uno de los mejores maestros pasteleros artesanos del mundo. A esto le han seguido otras ideas y cursos (por ejemplo, con Tonny Robins, experto internacional en desarrollo personal).
Está convencida de que los días son para vivirse con entusiasmo: “Si voy a comerme un postre o que otros lo hagan, quiero que sea el mejor”.