En la obra de Pedro Nel Gómez que presentamos en la portada de Vivir en El Poblado, el Maestro supera los simples acontecimientos y nos ayuda a entrar en el terreno del sentido.
A lo largo de toda su obra, Pedro Nel Gómez sigue de manera atenta y crítica el desarrollo de los acontecimientos políticos y sociales del país. Es claro que el suyo no es un arte que, por lo general, haga retratos de personas particulares, sino que trabaja, más bien, con personificaciones de grupos generales de mineros, barequeras o campesinos, convertidos en arquetipos casi de orden mítico; pero son personas concretas, ubicadas en el contexto de la época que, a partir de hacer patentes unas historias personales que son historias de muchos, adquieren esa trascendencia arquetípica.
En ese sentido, “Éxodo campesino”, de 1950, es una pintura que conserva toda su vigencia. Y no solo porque, por desgracia, los desplazamientos campesinos sigan estando dolorosamente presentes en muchas regiones del país, sino porque la obra nos ayuda a entrar en la tragedia que significa el desarraigo, la pérdida de toda seguridad, la incerteza frente a lo que puede ocurrir, la fragilidad.
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Sin embargo, es necesario enfatizar el hecho de que Pedro Nel Gómez no hace un estudio teórico sobre la sociología de los éxodos campesinos en Colombia; tampoco se limita a recordarnos una realidad de la que tenemos información constante. Aunque parezca demasiado obvio, es necesario caer en la cuenta de que el artista pinta un cuadro y, en consecuencia, nos transmite su visión de la realidad del desplazamiento a través de los elementos que emplea en la pintura.
La peculiaridad específica del aporte del pintor no radica en hablar del éxodo campesino; por supuesto, en una obra como esta, la referencia a la realidad es indispensable y Pedro Nel no habría aceptado jamás que se desconociera esta tragedia. Pero lo que nos dice acerca de ella depende de los elementos visuales que utiliza en la obra: este es un “texto visual”, creado para que lo veamos; y, sin que podamos imaginar que llegamos ante el cuadro sin ningún conocimiento de lo allí representado, su propio potencial de significado (lo que nos dice el cuadro, pero no nos dice un artículo) depende de los elementos que podemos ver en él.
Apenas unas cuantas posibilidades: los pies descalzos con dedos como garras que se quieren aferrar a la tierra; los pocos elementos que cargan los personajes; el apretujamiento como forma de protección primitiva; ninguna arma; nadie grita, aunque se percibe la carga de sentimientos. Y, sobre todo, claro, la figura de la madre que se recoge para abrazar y proteger a su hijito, manifestando, tal vez, que no es posible luchar con las manos desnudas y que lo más importante ahora es proteger a la criatura. Un colorido en gamas de azul que genera un sentimiento de serena dignidad que no apaga la tragedia.