Cada época tiene sus dificultades y sus conquistas. La humanidad como tejido inteligente del planeta ha pasado por muchas etapas evolutivas desde lo que fue el estado de unidad original, -para la tradición judeocristiana: el estado paradisíaco-. Cuando llegamos a la condición humana actual y adquirimos este estado de conciencia, nos dividimos en mujeres y en hombres, nos separamos de la unidad original y empezamos a conocer. El libro del Génesis relata que los protohumanos, después de comer el fruto del árbol del conocimiento se percibieron desnudos, esto es, reconocieron sus diferencias y empezaron a conocer(se). Desde allí nuestra conciencia ha evolucionado hacia altas complejidades y la enfermedad ha jugado un papel importante en esa evolución. Cada época ha tenido procesos de enfermedad. Ejemplos de ello son la peste, la sífilis, la tuberculosis, el sida y el cáncer.
El cáncer implica un proceso de separación. En la enfermedad tumoral el ser humano está dislocado. Su plano anímico espiritual está separado de su cuerpo y su vitalidad está disminuida. Así como durante la noche se separan el yo y el alma de la cabeza para dormir, en el cáncer hay una incapacidad de los planos superiores para conducir las fuerzas vitales que actúan en un órgano específico. La medicina antroposófica plantea que en el cáncer, el ser humano entra en un estado de disociación tan profundo que el yo no puede guiar los procesos de regeneración y proliferación del cuerpo y estos procesos retroceden a un estado semejante al de la vida embrionaria; como consecuencia, las células se reproducen en desorden y sin límite, sin la guía del individuo.
El cáncer ha sido sinónimo de muerte y su presencia produce una serie de movimientos anímicos fuertes: miedo, rabia, desesperanza. La medicina convencional ha logrado grandes avances en su lucha contra el cáncer. Nadie puede negar los logros de la quimio, de la radio y de la inmunoterapia en la oncología moderna. Pero la oncología convencional ha olvidado la unidad, la totalidad. El ser humano se ha fragmentado y se atiende de manera intensa lo corporal y se relegan los planos emocional, mental y espiritual del ser humano.
En la Europa central y en algunos países de América, se desarrolla un modelo de Oncología Integrativa que quiere acompañar al enfermo de cáncer como una unidad. Para ello se hace la pregunta: ¿Cómo volver a integrar lo que está separado? Hay muchas posibles respuestas. Una: abordando al ser humano como un ser íntegro, lo que significa atender también sus aspectos emocionales y espirituales. La oncología integrativa propone el apoyo de la terapia artística (musicoterapia, terapia de color y modelado), de la psicoterapia y de la enfermería en el tratamiento del cáncer.
Es bien conocido el Temel Study publicado en: New English Journal Med 2010; 363:733-742 August 19, 2010, donde se demuestra que es posible mejorar la supervivencia y elevar la calidad de vida y el estado anímico de pacientes con tumores del pulmón de mal pronóstico, con apoyo psicológico y de enfermería. A estos pacientes se les hacían 3 preguntas: 1. ¿Qué significa esta enfermedad para usted? 2. ¿Cómo aborda su enfermedad con la familia y el entorno? 3. ¿Qué significa la muerte para usted? En principio se hablaba con ellos alrededor de una hora y se les seguía prestando apoyo con una visita mensual de enfermería en sus casas y se les daba el teléfono de la enfermera, para que resolvieran dudas y hablaran con ella. Este acompañamiento tuvo un efecto mayor que la quimioterapia en la calidad de vida y en la supervivencia de los 151 pacientes que hicieron parte del estudio. El estudio se repitió y mostró resultados similares.
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