Se apaciguó el boom del sida con su carga de discriminación y su connotación moralista y se sigue discutiendo si realmente existe el virus HIV. El Sida -como síndrome de inmunodeficiencia- es un hecho incontestable, pero aún no es del todo claro para la ciencia cuál es su verdadera causa.
Pero sigue aumentando de manera desenfrenada la incidencia de diferentes tipos de cáncer. Todos tenemos en el entorno familiar o laboral a alguien con cáncer.
Existen evidencias de la existencia de la enfermedad tumoral desde muy temprano en la historia de la humanidad. Sin embargo la frecuencia y la presentación se han modificado por las condiciones de la cultura y la civilización.
Podemos afirmar que existe un aumento de los carcinomas (tumores de los epitelios) desde finales del siglo 15 y este fenómeno tuvo una explosión a mediados del siglo 19.
Partiendo del contexto de la evolución de la humanidad, R. Steiner sitúa el desarrollo del alma consciente de la humanidad en el siglo 15 (1413 d.C). Este proceso de desarrollo anímico está en perfecta concordancia con el nacimiento de la ciencia y con lo que será siglos más tarde el materialismo científico. La humanidad descubre un nuevo paradigma para el planeta y empieza a explorar con la ayuda del microscopio lo infinitamente pequeño y del telescopio lo alejado y gigantesco.
El yo del ser humano penetra cada vez más en el cuerpo material y esto lo conduce al desarrollo de las ciencias naturales que desde entonces se separan de la filosofía, el arte y la religión, con una marcada tendencia atea y materialista.
Según Steiner éste es un requisito indispensable para la evolución de la humanidad, pero tiene un aspecto negativo y oscuro que se expresa en la tendencia antisocial, en el egoísmo. El hombre tiende a concentrarse en sí mismo, se siente el centro del Universo. Y este es un paso necesario en la evolución personal, con la precaución de que este egoísmo no lo domine todo, ya que puede conducir a lo que Steiner denominó ‘carcinoma social’ o ‘cáncer cultural’. Steiner presentó las leyes de una vida social sana en la que el egoísmo no ha de influir en la vida económica.
El desarrollo del alma consciente conduce al hombre al reto de pasar por un precipicio. Podemos caer en el abismo o atravesarlo y renacer. Este el objetivo primordial del desarrollo del alma consciente: que el hombre desarrolle un eslabón de conciencia que le permita volver a relacionarse, por el mismo y sin las mediaciones ilusorias de los iniciados modernos, con las realidades espirituales de la Tierra y del Universo. Nuestra conciencia puede elevarse más allá de nosotros mismos y para ello es necesario que se apoye en un cuerpo sano y en una mente libre lejos de la ceguera de la cultura materialista y del misticismo sordo de los gurúes ‘new age’.
Podemos afirmar que la gran tarea de la cultura materialista es impedir por todos los medios que nos desarrollemos como personas libres. Asistimos a una disputa por el ser humano, donde los contendientes permanecen entre bastidores. “Ninguna obra de arte refleja mejor esta disputa que el Fausto de Goethe” (V. Fintelmann). Nos movemos entre los “dioses” (pienso en la mitología griega) y los ‘adversarios’.
Un tumor maligno puede llegar a ser la expresión del viaje al abismo: pero es un viaje que puede devolver el alma sana y fortalecida. Los obstáculos para avanzar en el desarrollo del alma consciente son frecuentes en el mundo que llamamos civilización. Estos obstáculos conducen en algunos casos al cáncer como enfermedad de la civilización.
En una próxima entrega hablaremos en detalle de los principales obstáculos para el desarrollo del ser humano libre, que pueden generar cáncer.
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