Vivimos en una época signada por la velocidad, en una cultura apretada por la eficiencia y la productividad. Constatamos continuamente en nuestra práctica médica cómo la aceleración de la vida cotidiana altera los ritmos vitales y termina generando malestar y minando la vitalidad. Este es un terreno propicio para la generación de todo tipo de enfermedades.
Uno de los aspectos más relevantes y novedosos de la medicina de orientación antroposófica (1) es la descripción profunda del ser humano como constituido por cuatro niveles de organización o cuatro miembros constitutivos: el cuerpo material o cuerpo físico, el cuerpo vital u organismo temporal, el cuerpo emocional o anímico y la organización del Yo o nivel existencial. En esta perspectiva antropológica se plantea claramente cómo el cuerpo vital (antiguamente etérico) es el asiento de los procesos temporales y el responsable de los ritmos vitales.
La ciencia contemporánea viene desarrollando una disciplina que está en el corazón de la visión antroposófica del ser humano. Se trata de la cronobiología, ciencia que estudia los procesos temporales y los ritmos de los organismos vivientes.
El ser humano está inmerso en diferentes ritmos y el más importante de ellos es el ritmo vigilia-sueño o ritmo circadiano, que corresponde al ritmo de su individualidad (solar). Hay un ritmo para el cuerpo emocional que es la semana (ritmo planetario), y un ritmo para su cuerpo vital que es lunar (mensual); el ritmo de su cuerpo material es el año (terrestre).
Una situación evidente para todos es la violación de los ritmos naturales con objetivos productivos o de placer. Qué delicia una rumbita o una trasnochada después de un delicioso concierto. Evidentemente como humanos necesitamos momentos que rompan la rutina y le den chispa a la existencia.
Uno de los hábitos que más altera la vitalidad es la frecuente costumbre de estar hasta altas horas de la noche frente al T.V. o el computador o la consola de juegos.
Es una forma moderna de desplazar el Yo de su casa y desarrollar una elegante adicción que altera el desempeño mental y emocional y debilita la voluntad.
A este hábito se le suma la actitud cotidiana de ir por la vida corriendo y exprimiendo el tiempo. El mandato de la cultura neoliberal es que el tiempo es oro y que hay que sacarle el máximo provecho. Los momentos de esparcimiento y ocio son evitados y obturados por la estructura organizacional actual. Vivimos en la cultura del negocio y negocio es ‘negare-otium’; y en esta negación del ocio es necesario estar excitado, estimulado permanentemente.
“Lo que más le importa al hombre moderno, no es ya el placer o el displacer, sino ser excitado”, profetizaba Nietzsche.
En esta propulsión de los acontecimientos, los chicos mudan sus dientes antes de lo previsto, la menarca en las niñas se adelanta cada vez más y el ser humano está abocado a vivir de prisa. Cuando salimos al campo y entramos en su atmósfera, sentimos el tiempo más lento. Nuestros ritmos internos se apaciguan y tenemos la opción de encontrar el equilibrio en el silencio, en la quietud, en la contemplación de un atardecer. Nuestro cuerpo vital se fortalece en el ritmo.
Sin pausas no existen los ritmos.
Querido lector ¿Ya hizo la pausa hoy?
(1) La antroposofía es un camino de conocimiento que estudia las relaciones del Ser Humano con la Naturaleza que le rodea y con el Universo. “La Antroposofía es en conjunto una Antropología ampliada” y adquiere su cuerpo filosófico, científico y conceptual a principios del siglo 20 bajo la guía del filósofo, científico y humanista Rudolf Steiner (1861-1925).
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