Empecé a desarrollar en la columna anterior el tema -presente en la medicina oriental y en la medicina antroposófica moderna- del alma de los órganos. Cada órgano tiene un alma y todas las almas se relacionan con el alma del corazón o Shen, asiento de la identidad del ser humano y regulador de su psiquismo. Hablamos del alma del hígado, esto es, de los aspectos emocionales y anímicos que se relacionan con este complejo órgano.
Entremos en el alma del riñón. Un órgano simétrico que se ubica en un territorio, debajo del diafragma, donde el ‘caos’ y la asimetría son la tendencia. Los riñones son representantes del Sistema Neurosensorial, donde priman el orden y la simetría. En el proceso embriológico observamos la migración que hace el riñón desde el cuello (Pronefros) hasta su lugar definitivo, en la zona lumbar, donde está separado de los órganos abdominales (retroperitoneal). Su origen está muy ligado a los órganos respiratorios y conserva una función especial en el equilibrio de la respiración. Así como la sed se relaciona con el hígado, la falta de aire se relaciona con el riñón. El componente principal del aire que respiramos es el nitrógeno y las sustancias con contenido de nitrógeno (urea y ácido úrico) son excretadas por el riñón.
Los aspectos anímicos del riñón están muy ligados al órgano que trabaja en unidad con él y con quien forma una totalidad anatómica: las glándulas suprarrenales. R. Steiner dice que la suprarrenal es el aspecto espiritual del riñón. Y su función está ligada a las situaciones que nos generan alerta y en la que se activa nuestra conciencia despierta. “El riñón da ímpetu al temperamento”. En lo fisiológico el riñón es el asiento del cuerpo emocional y gobierna a través de sus funciones de excreción e increción, muchos procesos de apertura o simpatía y de separación o antipatía. Cuando predomina la actividad en el mundo y tenemos un exceso de alerta, nuestra presión arterial aumenta y terminamos agotando la reserva renal. La hipertensión oculta es una de las causas más frecuentes de daño renal crónico. De otro lado, cuando el mundo nos abruma y violentamos nuestro ritmo, aparecen los síndromes de estrés, donde riñón y suprarrenales sufren. El miedo es la emoción que más afecta al riñón. El miedo nos paraliza. Frío es al cuerpo, lo que miedo es al alma y ambos procesos debilitan el riñón. Tener la zona lumbar descubierta, favorece la penetración de frío. “El riñón y el pulmón detestan el frío”, afirma la sabiduría oriental.
Uno de los aspectos más dramáticos de la salud actual es lo que podemos llamar ‘medicina del miedo’. ¡Cuántos colegas presionan un procedimiento terapéutico, generando miedo! Es frecuente ver que los pacientes salen atemorizados de la consulta, por un diagnóstico planteado de una manera cruda, por la falta de claridad en el mismo o por la falta de perspectiva frente al proceso de la enfermedad. Crear falsas esperanzas es absurdo, pero matarlas es cruel y muy frecuente en la práctica médica, por desconocimiento de la dimensión anímica y espiritual de la vida humana.
En el alma del riñón vive un aspecto de la voluntad, vive la capacidad de respuesta frente a los retos y vive el sano temor que protege nuestra existencia: algunos lo llaman el temor de Dios. Así como los antiinflamatorios dañan lo físico-etérico del riñón, el miedo y el estrés continuados dañan el alma del riñón.
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