En la antropología antroposófica concebimos al ser humano como constituido por cuatro niveles de organización o cuatro cuerpos: el cuerpo físico, que organiza los elementos materiales que nos habitan. El cuerpo vital, que genera la salud y mantiene al cuerpo físico con vida. El cuerpo emocional, o nivel de organización anímica, y el nivel de la identidad u organización del yo. Relacionados con estos cuatro niveles, se destacan 4 órganos principales: el corazón, relacionado con la organización del Yo. El riñón, con el nivel anímico. El hígado, asiento del cuerpo vital, y el pulmón, relacionado con el cuerpo físico.
Cada uno de estos órganos gobierna aspectos de la fisiología y de la organización corporal y a su vez se relaciona con aspectos anímicos. Los antiguos chinos decían que cada órgano tiene un alma y que todas las almas se relacionan con el alma del corazón o Shen, asiento de la identidad del ser humano y regulador de su psiquismo.
En la medicina antroposófica se estudian los 4 cuerpos en cada uno de los órganos: un plano físico, soportado por su organización celular y tisular, plano que enferma cuando se agota la vitalidad del órgano. Veamos por ejemplo el hígado. La expresión más dramática de la enfermedad de un órgano es el cáncer, precedido por procesos de endurecimiento o esclerosis. En el hígado se inicia con una hepatitis (viral, tóxica, sérica), proceso inflamatorio que de no resolverse en la dirección correcta, deriva en una inflamación crónica y en un proceso de esclerosis, en este caso una cirrosis y un cáncer (hepatocarcinoma).
Igualmente cada órgano tiene un cuerpo vital que regula sus procesos líquidos y garantiza la función correcta del órgano. En este nivel se destaca el hígado, órgano vital por excelencia. Ya mencione en una columna pasada (edición 608) que el nombre del hígado en las lenguas sajonas tiene la misma raíz que vida: Liver en inglés y Leber en alemán. En las lenguas romances está relacionado con la higuera, árbol de la vida en algunas culturas. Nuestra reserva de vitalidad depende de los ritmos y de la reserva funcional del hígado.
Cada órgano tiene un alma, que es la responsable de su capacidad sensorial -el hígado es un órgano de los sentidos para la calidad del agua y de los alimentos que consumimos-, y también de las funciones anímicas del órgano. Para la medicina china, el alma del hígado es nombrada como HUM y regula la capacidad de decisión, la voluntad humana. Para R. Steiner, el “músculo es sangre coagulada” y la fuerza para la actividad muscular proviene del hígado a través de la sangre. “La acción muscular es una actividad volitiva. El metabolismo de los carbohidratos, base del movimiento muscular, se centra en el hígado” (Holtzapfel). El hígado era nombrado en la antigüedad como el almacén de la sangre; de la calidad y la disponibilidad de este líquido tan especial, depende nuestra disposición para la acción. Detrás de muchos procesos depresivos y de irritabilidad, se oculta una afección del hígado.
“El hígado… es el órgano que le provee al ser humano el coraje de transformar una acción pensada en una acción ejecutada. El hígado es el mediador entre las ideas concebidas y las ideas ejecutadas” (R. Steiner). Si usted cuida el hígado, tiene coraje para la acción. Hablaremos de las almas de los otros 3 órganos.