Al igual que Alejandro Obregón, otro gran artista colombiano, Édgar Negret, nació en 1920. Celebramos también el centenario de Negret, uno de los padres de la escultura abstracta en el país y en toda América Latina.
Al mismo tiempo que celebramos el centenario de Alejandro Obregón, reconocido como uno de los iniciadores fundamentales de la vinculación de la pintura colombiana a los debates contemporáneos del arte, se debe recordar con igual interés el centenario de Edgar Negret, nacido en Popayán en 1920 y fallecido en Bogotá en 2010.
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Porque si de Obregón se dice que es uno de los padres de la nueva pintura en Colombia, de Negret debe afirmarse que es uno de los padres, de los iniciadores de la escultura abstracta en el país y en toda América Latina.
Y si Obregón se caracteriza por su vitalidad y dinamismo, Negret nos ofrece, por el contrario, la figura de un artista meditativo y sereno, silencioso, lento de alguna manera.
Y, de paso, nos plantea la posibilidad inmejorable de acercarnos al trabajo, a las intenciones y a los pensamientos de un artista abstracto. En la medida en la cual eso es posible, por supuesto.
Aunque sea una generalización peligrosa, uno puede intuir que los artistas que presentan figuras en sus obras (imágenes de personas, aunque no sean necesariamente humanas; o imágenes de paisajes, de animales, de productos naturales) tienen la posibilidad de confrontar esas figuras con la realidad que nos rodea.
En efecto, durante siglos se alabó o se atacó a determinados artistas por su conocimiento o por su ignorancia de la anatomía humana que revelaban sus obras; en muchos momentos se consideraba que el mejor artista era el que lograba la representación más exacta de la realidad.
Pero el pensamiento de un artista abstracto opera de manera diferente: su obra no se parece a nada distinto de ella misma, lo que significa que sus valores y sus significados no proceden de que se aproxime a las apariencias de una realidad exterior, aunque en un sentido diferente siga manteniendo relaciones intensas con lo real. Quizá la imagen más frecuente que tenemos es la de un artista que dibuja incansablemente el rostro de una persona hasta que logra hacerlo parecido. Pero frente a eso, ¿qué hace el artista abstracto?
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La respuesta puede parecer extraña, si lo que se sigue esperando es ver imágenes de personas o de cosas: el artista abstracto busca crear estructuras, relaciones entre las formas que produce y todos los elementos que maneja (materiales, colores, dimensiones, ubicación e interacción con el contexto, y así sucesivamente).
Produce una nueva realidad, la crea: y en eso consiste la esencia de la poesía.
Pero este artista esencialmente “poético” y creador, puede tener también intereses diferentes. Algunos quieren limitarse a la pura creación de unas formas, poniendo todo el valor en la geometría, por ejemplo. Pero ese no es el caso de Edgar Negret quien, en las formas y materiales, encuentra un diálogo con sus experiencias vitales y culturales.
A veces se idealiza la libertad de un artista, como si todo lo que hiciera dependiera de su absoluta decisión; pero Negret recordaba que la elección del aluminio (recortado, doblado, pintado, en placas unidas con tuercas y tornillos), un material que caracteriza su obra, fue en buena medida resultado de las exigencias de seguridad que le impusieron en su taller los bomberos de la ciudad de Nueva York donde entonces vivía.
A lo largo de su vida, Negret desarrolla una obra intensamente meditada que asume diferentes temáticas a través de sucesivas series: “Aparatos mágicos”, “Puentes”, “Cabo Cañaveral”, “Acoplamientos”, “Nudos”. Y más adelante, a partir de los años 80, trabaja formas de soles y lunes, y crea esculturas que son poesía pura, acerca de las montañas andinas, del arte precolombino y de la arquitectura de los incas, que nos introducen en una especie de encantamiento, también reflexivo y silencioso.
Además de grandes esculturas en espacios públicos, Negret realizó numerosas obras individuales y trabajos seriados en pequeño formato.