/ Juan Carlos Franco
Después de años clamando en el desierto y de frustración permanente ante la insultante indiferencia de las autoridades ambientales de nuestro encerrado Valle de Aburrá, esta humilde columna se encuentra de plácemes ante el cambio dramático de actitud que estamos observando. Los sueños se vuelven realidad…
A raíz de la reciente contingencia atmosférica, y con acompañamiento de las alcaldías de Medellín y de otros municipios, por fin el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA) parece despertar de su cómodo letargo. Acaba de descubrir -¡plop!- que muchos de los camiones, volquetas, buses y busetas son altamente contaminantes y los está revisando in-situ, ¡incluso los está inmovilizando!
¿Dónde estabas, Área? ¿Era que no salías a la calle? O sí salías, ¿pero no te dabas cuenta? Era que sí te dabas cuenta, ¿pero no te importaba? O sí te importaba, ¿pero preferías pasar de agache? Era que hablabas, ¿pero nadie te paraba bolas? ¿O no tenías los aparaticos para salir a la calle y medir? ¿Era que tus directores o miembros de junta no te orientaban bien?
Pudiste haber impuesto controles rigurosos a los vehículos contaminantes desde hace décadas, pero no lo hiciste. De cierta manera eres causante, o cuando menos cómplice, de las emergencias ambientales que estamos viviendo y de las que viviremos.
Piensa en toda la buena gente de por acá que pudo haber evitado enfermedades respiratorias si hubieras ejercido de tiempo atrás y con seriedad el liderazgo que te correspondía.
Sin duda, muy buena tu reacción de estas últimas semanas, se te abona, era lo mínimo que podías hacer en estas circunstancias, pero tardaste tanto, tanto, tanto, que la contaminación en este cerrado valle desbordó todas las predicciones.
Y ya que por fin te decidiste a controlar estos vehículos, estimada Área, te sugiero una auditoría profunda al gran negocio de certificados de gases o técnico-mecánicos. Es muy probable que allí encuentres un nido de corrupción profundo. Parece la única manera de entender que cualquier camión o bus humeante tenga sus certificados perfectamente en regla.
Es inevitable preguntarse, ¿cuánto dinero podrían estar pasando las empresas de transporte de carga y pasajeros para que sus vehículos pasen tranquilos estos exámenes?
En columna reciente sobre el tema, hace unos 6 meses, hablé sobre un tal Índice de Calidad del Aire Urbano (ICAU) y registré con gran escepticismo y algo de sarcasmo que Medellín había obtenido el primer lugar en todo el país. Los periódicos y la ciudad celebraban, ¡no joda!
Seguro, si estuviéramos en la alcaldía anterior, Aníbal ya habría recibido con orgullo algún premio mundial de limpieza de aire otorgado por alguna entidad de tercer nivel. Ah, y estaríamos organizando la próxima cumbre internacional sobre el tema para tratar de presumir ante el mundo nuestros enormes avances en este asunto.
No, si lo que faltó fue tiempo, ¡caramba!
Volviendo a la coyuntura actual, veamos cuánto dura el entusiasmo. ¿Podrá Medellín, como tantas veces he reclamado en este medio, realmente convertirse en una ciudad fanática de cuidar su maltrecho aire?
Es lo menos que puede esperar una comunidad que vive encerrada en un valle y cuyas fuentes móviles de contaminación crecen a más del 5% anual.
¿O terminarán cediendo el Área, Federico, y su administración, ante la presión de quienes se sientan afectados por las medidas dolorosas que se deban tomar? ¿Harán su tarea los dueños de empresas de buses, camiones y volquetas o tratarán de escamparse un tiempo corto mientras el tema va perdiendo inmediatez?
¡Oscurecerá y veremos!
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