/ Jorge Vega Bravo
El 14 de noviembre de cada año se celebra el día mundial de la diabetes y es una buena oportunidad para conocerla. La relación con el sabor dulce es un tema que va más allá de lo médico y que no ha sido profundizado.
La diabetes del adulto es una enfermedad ligada a los hábitos de vida de la civilización actual. El ser humano se mueve cada vez menos y desde la infancia hay una tendencia a la vida sedentaria, acompañada de tecnodependencia y de consumo de comida chatarra y bebidas azucaradas. En el mundo hay unos 45 millones de niños obesos y muchos de ellos son hijos de obesos-diabéticos. Existe una relación directa entre diabetes tipo 2, abundancia y obesidad.
La diabetes es considerada un grave problema de salud pública. Sus tasas de incidencia se incrementaron en proporción a los procesos de refinación del azúcar y de los cereales, desde las primeras décadas del siglo 20. Una alimentación abundante agrava la enfermedad. La diabetes se desarrolla menos en tiempos de miseria y escasez de alimentos.
El azúcar que mejor digerimos los humanos es la fructosa, presente en las frutas y en algunos vegetales. El ser humano actual come pocos alimentos vivos y come muy rápido. La primera transformación de los azúcares la logra la ptialina, enzima de la saliva.
El ser humano que tiene muchas responsabilidades o mucha actividad mental, consume más harinas y dulces. La diabetes es más frecuente en aquellas personas que ocupan cargos de gran responsabilidad o profesiones intelectuales. También se presenta después de traumatismos emocionales. “La diabetes es favorecida por todo aquello que arranca a la organización del yo de su intervención en la actividad corporal: excitaciones reiteradas, agotamiento intelectual y factores hereditarios…” (R. Steiner). En todos estos casos la actividad del yo se desplaza del sistema metabólico a la cabeza.
En el pasado, el mejor tratamiento era realizar grandes esfuerzos físicos para reducir el azúcar y retornar el yo al metabolismo. Hoy en día -con la insulina- se obvia la terapia del esfuerzo. Con la actividad física se aleja el yo de la cabeza y se alivia el trabajo intelectual. Este trabajo es una actividad abstracta y fría. El diabético necesita luz y calor, no sólo en el sentido físico sino en un sentido superior, con plantas donde estos elementos hayan sido transformados. Un buen ejemplo es el romero, indicado por Steiner para el tratamiento de la diabetes. Los aceites esenciales del romero tienen un potente efecto armonizante en el diabético. Se utilizan baños con emulsión de aceite de romero o baños corporales con infusión de la planta. El Dr. Girke, del hospital Havelhöhe de Berlín, dice que los tres secretos para el tratamiento de la diabetes (aparte de las medidas médicas) son: caminar media hora todos los días, hacer ciclos de baños corporales o de piernas con infusión de romero y comer avena diariamente. En el mencionado hospital realizan la llamada cura de avena que consiste en consumir durante dos días al mes 250 gms. de avena en hojuelas. Es una combinación de coladas de avena con frutas cocidas y canela; sopa de avena con una raíz, una hoja y sal y sorbetes de avena y fruta. Con esta medida se reducen hasta en un 30 por ciento las necesidades de insulina de los pacientes. La avena tiene un alto contenido de magnesio y refuerza el coraje y la voluntad en el ser humano.
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