El Yo individual es el bien más precioso de cada ser humano. Es como una piedra sin tallar: nos permite adquirir la sabiduría, el amor y la fuerza para cumplir nuestros propósitos en la vida. Para la antroposofía, el ser humano posee cuatro niveles de organización: cuerpo físico, cuerpo vital, cuerpo emocional y organización del Yo, que a su vez están relacionados con los cuatro elementos antiguos (tierra-agua-aire-fuego) y con cuatro reinos (no los de la biología científica): mineral, vegetal, animal y humano. El ser humano entonces constituye un reino independiente y no es sólo un animal inteligente.
El Yo humano es esa realidad que define nuestro ser y representa nuestro ámbito más profundo y elevado. El Yo se expresa en nosotros a través de la organización del Yo; esta organización se puede llegar a separar de los otros cuerpos en situaciones normales, como durante el sueño, o en situaciones patológicas, como en las adicciones u otras situaciones de crisis. “El hombre contemporáneo recibe, de forma desapercibida, ataques permanentes contra el Yo”. Los medios de comunicación, la cultura materialista, la velocidad y el consumo atentan contra el Yo y tienden a alienarlo. (M. Göckler).
Estos eventos tienen como consecuencia un proceso de separación del Yo de los otros cuerpos y hasta de su propia organización: -La separación del Yo del cuerpo físico la observamos en todo aquello donde el organismo es dependiente, donde el Yo pierde el control sobre el cuerpo. La adicción a las drogas y al alcohol es un ejemplo claro de dependencia de sustancias tóxicas que invitan a ser reutilizadas para modificar el estado de conciencia. “Cuando el deseo es más fuerte que nuestra individualidad, que nuestro Yo, entonces estamos ‘enganchados’ y nos convertimos en adictos” (R. Dunselman). Esta situación es dramática y cada vez más extendida en toda la humanidad. Las estadísticas de la OMS muestran que si la tendencia sigue a este ritmo, para el 2100, una de cada dos personas será adicta. En las adicciones tóxicas el Yo es desplazado de su casa corporal y la sustancia ocupa su lugar.
Otros dominios de la separación del Yo del cuerpo físico son las adicciones no tóxicas; veamos algunas de ellas: la adicción al sexo, entendida como una enajenación que goza de manera egoísta el cuerpo del otro. “La relación queda reducida a una estimulación corporal con miras a un goce personal”. La adicción a la tecnología, al trabajo y al juego separa al Yo de sus propósitos más elevados y lo esclaviza a la materia. La tendencia a modificar la impronta del Yo en el físico a través de cirugías, bronceados, gimnasio y dietas extremas es otro ejemplo patético de esta separación.
El cuerpo físico volverá a ser instrumento del Yo si la persona asume el cuidado de su salud. La alegría y el placer son fuerzas portadoras de vida. Pero debemos poder encauzar el placer de tal forma que podamos prescindir de él. Si pasamos el límite estaremos tan saturados que no podremos cumplir nuestras tareas.
El Yo se separa de los otros cuerpos en situaciones especiales relacionadas con nuestra manera de ser y estar en el mundo. Las compartiremos en las siguientes columnas.
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