Esa fue la etiqueta con la que una usuaria en Twitter se quejó por los altos costos y la mala calidad de un restaurante en el aeropuerto de Bogotá ¿Es justificada su denuncia?
El jueves 30 de agosto, la usuaria Karen Laverde recurrió a Twitter para quejarse de los altos costos de la sucursal del restaurante Gaira, en el aeropuerto El Dorado, Bogotá. En su mensaje se leía: “esto me pasó el lunes en El Dorado. Salí muy decepcionada de Gaira Café. #DescarosDeRestaurantesDeModa”. El trino lo completaba la imagen de un desayuno con cacerola de huevos, pan y chocolate caliente, además de la imagen de la factura que, por los productos antes mencionados, cobraba 24.000 pesos.
La publicación, que al cierre de esta edición contaba con 392 retweets y 538 me gusta, tenía además 281 respuestas directas. Muchas se prestaron para los debates, que ya son habituales en esa red social. Algunos usuarios señalaban que, si bien era caro, el restaurante Gaira no era el único que cobraba tarifas elevadas en el aeropuerto. Una tuitera justificaba ese valor en los costos fijos en los que incurre un restaurante al operar en un terminal aéreo, y no cualquiera, sino El Dorado, cuyo metro cuadrado es considerado uno de los más costosos de Colombia. Otros, un poco más groseros, le contestaban que en vez de quejarse por precios, mejor comiera en su casa y se evitaba el gasto. La reacción de Karen fue decir que ella estaba consciente del valor, pero lo mínimo que esperaba a cambio era un buen desayuno: algo que no recibió.
Hace unos meses yo hice una denuncia similar en mi cuenta de Twitter (@gastroglam). Un amigo me envió la foto de la carta del hotel en el que se hospedaba en Cartagena, donde ¡cobraban $9.900 por una arepa de huevo! Un precio a todas luces desproporcionado, teniendo en cuenta que hacer esa arepa no vale más de 1.000 pesos. Lo mismo pasa con el desayuno de Karen, que en cualquier panadería cuesta una cuarta parte del valor antes mencionado.
Mi publicación suscitó también un pequeño debate. Al igual que a la tuitera, me dijeron que si estaba tan inconforme con los precios, entonces no comiera en ese restaurante. Y yo sigo sin estar de acuerdo con esas opiniones. Esa actitud se revierte en comensales conformes y esto, a su vez, deriva en que no haya control sobre los restaurantes. ¿Quiénes mejor que nosotros para ser fiscales de los lugares a donde vamos a comer? Al fin y al cabo es nuestro dinero, no nos están regalando nada.
A diferencia de los eternos críticos de Twitter yo sí aplaudo el ejercicio que hizo Karen. Es muy posible que la denuncia haya llegado hasta oídos de los hermanos Vives, dueños del lugar en cuestión, y si van a seguir cobrando caro, al menos harán los correctivos para que el producto sea de mejor calidad.