/ Juan Carlos Franco
Sí, claro, lo sabemos desde niños, la democracia es la forma de gobierno o sistema de organización del estado y de la sociedad más avanzado que se conoce. El más justo, ecuánime y representativo de lo que realmente quieren los gobernados. Qué emocionante suena… “el pueblo gobernándose a sí mismo…”.
Y en efecto lo es, o quién puede, en pleno 2016, sugerir que es mejor una monarquía o la dictadura de un gobernante que no tenga que pedir cuentas a sus gobernados cada cierto tiempo. Así no crea en la democracia, ya hasta el más curtido déspota busca su legitimidad por medio de elecciones.
Pero qué imperfecta es la democracia, cuántos vacíos y sinsabores deja, cuántas frustraciones y enfrentamientos.
Qué mejor ejemplo que lo sucedido hace un mes en Gran Bretaña con el Brexit. Al otro día se dieron cuenta de que habían metido la pata de manera grave y definitiva. En especial los jóvenes se quejaban de que los viejos, que sí se animaron a votar, habían tomado la decisión por ellos, pero que ya esos viejos no estarán cuando lleguen las consecuencias negativas.
Moraleja: jóvenes, a votar en masa y con buena preparación si quieren evitar que la gente de mayor edad les defina y, en ciertos casos, les usurpe su futuro.
Entre las muchas imperfecciones que tiene la democracia se destacan:
La inmensa mayoría de votantes posee información escasa y equivocada. Muy pocas personas comprenden los problemas de un país. Y aún si los comprenden no alcanzan a vislumbrar soluciones.
Se vota emocionalmente. A veces para que gane el candidato que realmente me gusta, pero con mayor frecuencia para que pierda el que no me gusta.
Se vota con ira e intenso dolor. Qué fácil hacer culpable al gobierno o al otro partido de todos los males, reales o imaginados.
Se vota estrechamente. Uno o dos asuntos dominan las campañas produciendo un desbalanceo informativo. Todo se pinta de blanco y negro, pero el mundo real está compuesto de grises.
Rara vez las políticas sociales, económicas o educativas de un gobierno surten efecto en el corto plazo. En el siguiente ciclo electoral se puede castigar injustamente al que tomó las medidas correctas, pero que aún no dan frutos, o se puede premiar al que tomó decisiones perversas, pero que en el corto plazo le parecieron buenas a la galería.
Lo que explica en buena parte la subida y permanencia de tantos populistas en América Latina.
Si la democracia es el gobierno de las mayorías, entonces ¿cómo tratar a las minorías? ¿Deben tener mayor representación proporcional? Antes eran atropelladas o ignoradas por eso, por minorías. Hoy hay mayor conciencia.
Si la concentración de la población cada vez más está en las ciudades, ¿es inevitable aceptar que las opiniones del sector rural cada vez tengan menos peso? Punto crítico para el proceso de paz, a propósito.
¿Cómo tratar a los migrantes de manera justa, pero sin quitar derechos a los residentes raizales? ¿Y qué pasa si se vuelven mayoría?
Si el pueblo es soberano, pero ignorante o fácilmente impresionable o poco interesado, ¿cuáles decisiones deben pasar directamente por sus manos y cuáles deben ser tomadas por sus representantes, así no los representen bien?
Finalmente, después de tantas demoras y dudas ¡trasladaron el peaje de la Variante al aeropuerto! El nuevo no es el mejor posible, pero sí muy superior al viejo. Habrá menos trancones, pero volverán pronto si a los conductores no se les da un verdadero incentivo para usar el pago electrónico. Y es urgente aprovechar el espacio del viejo para construir un buen retorno.