/ Elena María Molina
La vida sabe cómo ir orientando los acontecimientos para que nuestro deseo de hacer y de ser se aclare y se consolide. Las ideas y el destino se van puliendo mutuamente y ante todo es el poder que nos habita el que se expresa a través de nuestra existencia.
Todo es evolución entre la receptividad y la acción. ¿Cuál de las dos más fecunda, cual de las dos más creadora? No lo sé. Lo que sí es importante es la valoración del estado donde en apariencia nada se mueve. La acción nos llama y nos aterra sentirnos apartados de ella. Además, socialmente, ¡qué caos!
Caos maravilloso porque si la conciencia se dirige hacia un nuevo acto, el yo receptivo se prepara y recibe la orden de actuar. El acto.
Ese tiempo de receptividad es el que nutre la vida. Desde el exterior y desde el interior. Esa relación afuera, adentro, exterior, interior, es un lugar que siempre se renueva. Es acción, es fuerza que necesita, requiere de ambos espacios. Y hay que acogerlos con igual entusiasmo.
Lo interno, lo pasivo, la receptividad nos causan temor, es lo desconocido. Miedo a lo desconocido, nos tememos a nosotros mismos. Rehusamos afrontar lo desconocido, el miedo. Y los maestros nos cuentan que cuando evitamos la experiencia de afrontar el miedo, renunciamos a nuestros propios deseos. Es desear lo que nos pone en peligro, es desear lo que nos suscita miedo.
Desear es ir hacia lo que no sabemos, es el objeto desconocido. Y es propicio enfrentar ese miedo a lo desconocido. Podemos negar lo que conocemos, que nos asegura, o negar el deseo y vivir en las rutinas donde todo está previsto.
Lo maravilloso del estado de inseguridad interior, es la posibilidad de dirigir la receptividad para que aparezca el deseo de lo que realmente se quiere. Y, cuando aparezca, acogerlo y desarrollar lo necesario para que la acción se desarrolle como una nueva fuerza.
Qué tan interesante poder vivir a la vez la experiencia, lo aprendido, el conocimiento y el deseo. Eso requiere coraje porque es aceptar el miedo que la incertidumbre genera. Arriesgar en conciencia siempre nos hace tan vulnerables a los demás, y al mismo tiempo nos promueve hacia el misterio que ellos son, y lo que me quieren decir y mostrar.
Receptividad es el acto previo a la creatividad, y si receptividad es conciencia, receptividad es crear. Es permitir en sí mismo que algo desconocido surja del interior. Renovado.
El amor, como la creatividad, exige y al mismo tiempo da sentido a la vida, Y ambos implican atravesar el miedo a lo desconocido.
Releyendo a Marquet me encuentro con ese texto que dice: “El miedo es nuestra amiga. El miedo nos entrega un mensaje maravilloso: el de nuestras insuficiencias… No hay que huirle al miedo, él nos abre a la gracia”.
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