Ser pobre de espíritu es desprenderse de todos los previos para que una nueva información irrumpa. No se puede tener acceso a lo nuevo, si las viejas ideas, conocimientos e informaciones, siguen estructurando la vida
En la vida todo es una prueba, una prueba que nos forma, nos transforma. Si ese es un principio vital es porque cada situación contiene una in – formación. Es la prueba lo que permite descender y vivir las experiencias como una carga que nos conduce hacia el abismo sin fondo, donde mora la luz, la luz guardada celosamente en el femenino, inconsciente oscuro, profundo.
Difícil de aceptar, pero si ahí encontramos la luz, la claridad, y es porque ahí, descubrimos cual es nuestra misión. Al mismo tiempo que está la luz, está la trampa. Ambas al alcance de la mano, la luz permite ascenso y está siempre presente, el tramposo permite el atajo y remite a la repetición de la experiencia, hasta que el aprendizaje esté concluido y se dé un salto hacia una nueva tierra, hacia una nueva realidad. Ahí veremos el cielo abierto, es decir nuevas opciones que van a exigir nuevos descensos, la búsqueda de nuevas luces, para poder in – formar el camino.
La Qábala cristiana (¡sin ofender a nadie!) sugiere para este proceso entender que cuando uno actúa a tiempo, uno actúa fuera del tiempo, en el ahora, ese instante donde tiempo y espacio están en el punto cero. El tiempo justo, el ya; y si se actúa con goce, es decir disfrutando lo que se hace, uno es bendecido por la vida, lleno de gracia, yo diría mejor agraciado y agradecido.
Para lograrlo es necesario renunciar a creencias que han deteriorado a través del tiempo lo esencial. Renunciar a ellas nos recuerdan la bienaventuranza que dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Ser pobre de espíritu es desprenderse de todos los previos para que una nueva información irrumpa. No se puede tener acceso a lo nuevo, si las viejas ideas, conocimientos e informaciones, siguen estructurando la vida. Eso es un salto al vacío, donde se pierden la seguridad que los referentes dan. Esos referentes que como una telaraña nos envuelven ingeniosamente. Nos acompañan los seres de luz y el tramposo. Hay que deshacerse de las telarañas.
Hacer y goce. Hacer con goce. Saber que en la medida en que hacemos somos creadores y si hacemos con goce, somos agraciados. Y el hacer siempre es colaborar con la obra creadora, ayudar, y en la medida en que uno ayuda recibe lo necesario para cumplir la misión escogida por cada uno desde siempre.
Para cerrar este artículo me parece importante hacer una anotación que puede aparecer por fuera de tono. Cuando uno inicia un camino de realización donde la materia y el espíritu se encuentran en tensión permanente, donde uno entiende como el hacer con goce conduce a la realización, hay un ejercicio importante a cumplir: aprender a abrazar.
Abrazar supone fuego y es obra del Espíritu Santo o del soplo, o como se quiera nombrar. Abrazar es la manifestación de amor más simple y maravillosa. Da confianza, seguridad, felicidad. Relaja, libera tensiones. Rejuvenece. Y la Qábala sugiere que los brazos y las manos son el hacer divino del Hombre, y que si uno aprende a abrazar, siempre aprenderá a ascender, a volar.