No es común tener recuerdos de los primeros 5-6 años. La capacidad de recordar se despierta alrededor de los 2 años y medio, cuando el niño empieza a nombrarse como yo. Mis papás llegaron a una casita del Barrio Salvador, hermoso balcón del oriente de Medellín, cuando yo tenía unos dos años. Es fotográfico el recuerdo de la escalera exterior que subía a la casa de segundo piso y una vista que mis ojos infantiles no conseguían abarcar y se perdía en la bruma del Río Medellín.
Una de las cosas maravillosas era tener hermanos para jugar. Los juegos infantiles, el triciclo, las salidas al campo con una admiración multiplicada por 3, luego por 5 hermanos. Se comía en la mesa, se veía una sola televisión en blanco y negro, se oraba para comer y para dormir; nos acostábamos a la misma hora, a veces con guerra de almohadas e historias de miedo para entrar en grupo el mundo de la noche, a la misma hora 6 de 7 días.
La salud del niño del primer septenio está fundamentada en una serie de factores donde son claves una nutrición adecuada y un entorno familiar que cobije. La observancia cotidiana de un ritmo básico para comer, para dormir, para evacuar. El desarrollo de la veneración, del respeto por lo sagrado, por lo más elevado son las bases de la admiración, del entusiasmo, de la aceptación apasionada del propio destino. En un entorno tan complejo como el de nuestro país y considerando las grandes limitaciones nutricionales y familiares de un alto porcentaje de la población infantil colombiana, lo que salva a un niño es una combinación de sus talentos (¿qué traigo como individualidad?) y de sus limitaciones. Fortaleza interior desde sus talentos; creatividad y picardía frente a lo adverso: esta fusión genera resiliencia.
El juego libre aparece como el escenario ideal y posible para que el niño desarrolle salud y para poner las bases de lo que el psiquiatra Michael Rutter llamó Resiliencia. Para Rutter, el término define la “flexibilidad social adaptativa” y posteriormente en ciencias sociales se usó para caracterizar a aquellos sujetos o grupos que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan sanos física y mentalmente y tienen un fuerte sentido social. La resiliencia capacita al ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, transformarlas y ser transformado por ellas. La resiliencia solo puede ser comprendida como un proceso donde en medio del tejido social se integran talentos e impedimentos; partimos de lo heredado y lo transformamos en el entorno, con o sin el cobijo del grupo familiar; frecuentemente con graves diferencias de oportunidades que generan malestar, desorden, irrespeto y finalmente pérdida del sentido: de allí a la enfermedad hay un paso: es la patogénesis de la pobreza. ¿Qué no genera la pobreza, la falta de oportunidades?
La cultura actual ha trabajado desde el enfoque del riesgo, desde el enfoque de la enfermedad. El enfoque de la resiliencia quiere ampliar la perspectiva hacia los factores que generan salud y crean ‘escudos protectores’ para desviar daños y riesgos. Las bases de la resiliencia se conquistan en el primer septenio de la vida.
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Cómo generar salud en 7 años
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