Chiribiquete: Son pinturas rupestres de hasta 20.000 años de antigüedad. Nuestra “historia del arte colombiano” acaba de quintuplicar su horizonte de pasado, desde los 3.500 años que reconocíamos.
Los colombianos asistimos al descubrimiento de un territorio tan maravilloso que, con justicia, la UNESCO definió como patrimonio de toda la humanidad. Chiribiquete está increíblemente conservado en su pureza original, a pesar de los terribles avatares que hemos vivido. Más inverosímil todavía es que, tras su descubrimiento casual a finales de los 80, por parte del entonces director de Parques Nacionales, Carlos Castaño Uribe, su existencia se haya conservado en secreto a lo largo de 30 años, lo que permitió que los expertos pudieran empezar a estudiarlo y a descubrir sus maravillas.
Pero no se encontró solo un territorio repleto de especies vegetales y animales sino también una historia ancestral que ni siquiera imaginábamos y una multiplicidad antropológica y cultural, viva y vigente, que tenemos la obligación de respetar y proteger.
Y, como si fuera poco, todo ese universo natural y social se manifiesta simbólicamente en un conjunto de pinturas rupestres que se ubica entre los más grandes y más antiguos del mundo. Se habla de 70.000 pinturas de hasta 20.000 años de antigüedad. Con cierto simplismo en la actualidad englobamos este tipo de manifestaciones bajo el concepto de arte; sea ello apropiado o no, la verdad es que nuestra “historia del arte colombiano” acaba de quintuplicar su horizonte de pasado, desde los 3.500 años que habitualmente reconocíamos.
El descubrimiento de las pinturas de Chiribiquete va más allá del ámbito nacional. Sus repercusiones se remontan al poblamiento de América y a los vínculos entre las comunidades ancestrales del continente que, a lo largo de muchos milenios, parecen haber considerado este lugar como el centro espiritual y material del mundo, con influencias que se extienden desde el sur de los Andes hasta los pueblos mesoamericanos.
También el estudio del arte prehistórico, a nivel mundial, se encuentra frente a una situación excepcional. Existen ejemplos extraordinarios de pintura rupestre, como en Lascaux (Francia) y Altamira (España) que, es importante decirlo, son más recientes que las más antiguas de Chiribiquete. Pero no hay una tradición directa que nos vincule con los pueblos que las crearon y nos explique por qué las hicieron, razón por la cual estamos limitados al terreno de la suposición y de la interpretación. Sin embargo, en Chiribiquete se da el caso excepcional de que no solo hay pinturas de 200 siglos de antigüedad sino también algunas de apenas 50 años: es una tradición que sigue viva y que, con el respeto absoluto que debemos a comunidades ancestrales que han decidido no establecer contacto con nosotros y mantenerse en la pureza de su medio ambiente, quizá nos abrirá las puertas para una aproximación inédita del pasado.
Siempre estudiamos el arte prehistórico como manifestación de culturas muertas, nómadas o sedentarias. Chiribiquete, en su sublime aislamiento y riqueza, quizá permitirá al mundo actual comprender los rasgos más profundos de la cultura humana.