Los procesos vitales están en directa relación con los ritmos. Cuando hablo de procesos vitales me refiero a los procesos de respiración, mantenimiento del calor, alimentación, excreción, crecimiento y reproducción y otros. Todos estos procesos funcionan con ciclos temporales y espaciales que determinan la dinámica de los seres vivos. Y todos ellos tienen relación con los ciclos de este planeta vivo que habitamos. Ya habíamos mencionado en otra columna que el ciclo fundamental para la vida es el ciclo día-noche, del que depende el ritmo vigilia-sueño.
Día y noche son la manifestación terrestre de los grandes procesos de expansión y contracción del universo. Una imagen sugestiva para esta dualidad es la polaridad del punto y la esfera o del centro y la periferia. La actividad del ser humano se concentra en la continua transición del punto a la esfera y viceversa. “El hombre reúne en sí las polaridades más extremas que se pueden imaginar: materia y espíritu. Así como se individualiza una gota de agua física extraída del mar, lo espiritual se condensa en la individualidad, se emancipa, separándose así de su propio ambiente primordial y tornándose una imagen de sí mismo. Pero a la vez, en su íntimo ser inconsciente, el hombre permanece unido con su propio ambiente original del océano de la esencia espiritual. Los ritmos de la vida: respiración y circulación sanguínea, sueño y vigilia sirven de mediadores entre las dos esferas, al tiempo que la separan.” Schmalenbach. ‘Punto y Círculo. Acercándonos a la esencia del ser humano’.
Existen dos ejercicios que nos permiten mejorar la calidad del sueño, respetar los ritmos y conservar la vitalidad. El primero se llama retrospectiva y fue planteado en detalle en nuestra columna de la edición 452. Observo en orden inverso los eventos del día que termina y me separo de ellos. Creo así las condiciones para que mente y alma entren al ámbito del sueño en silencio interior. Una vez hecha la retrospectiva, paso al segundo ejercicio que es un aspecto de la meditación del punto y la esfera propuesta por Steiner.
Al entrar en la noche, imagino que me convierto en un pequeño punto que se conecta con la totalidad; el ejercicio consiste en visualizar el mundo como una gran esfera azul y luego contraer esta esfera hasta que se torne un punto de luz en el centro del pecho; mientras imaginamos este proceso de concentración en el punto, repetimos el siguiente mantra: “En mí está el Mundo; en mí está Dios”. Y con estos pensamientos entramos al sueño.
Al despertar en la mañana siguiente, vivimos el proceso complementario. La retrospectiva se transforma en su imagen especular, la prospectiva: ¿qué tengo para hoy? Resuelta esta pregunta de manera breve, nos expandimos hacia el mundo. El ejercicio consiste en ir del punto azul en el centro del pecho a una gran esfera de luz en la periferia. Y mientras tanto pensamos y sentimos: “Yo estoy en Dios, Yo estoy en el mundo”.
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Centro y periferia, punto y esfera
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