Este lunes 19 de octubre se conmemora el día mundial de la lucha contra el cáncer de mama. De cómo enfrentar dos veces el cáncer y cómo acompañar el mismo proceso con la madre, nos cuenta esta mujer valiente, centrada en su objetivo y líder de una fundación.
Cuando a Catalina Paniagua, en 2017, y a su mamá, Luz Elena, en 2015, les llegó el diagnóstico positivo, reveló, vio la enfermedad desde las dos perspectivas: la de acompañante y la de paciente.
Ella recuerda que recibió tratamiento en la misma sala que su mamá, en la misma silla, con la misma cobija y hasta por la misma enfermera. En ese momento fue muy doloroso, confiesa.
“Hoy digo con toda la certeza que ese ha sido uno de los mayores aprendizajes que me ha dado la vida”, añade.
La Fundación Amo mi calva es el resultado de una historia de amor a sí misma, a su proceso y la forma de apoyar el camino de otras mujeres que atraviesan el cáncer. La creó en 2018, en principio como un grupo de mujeres que se reunía para apoyarse, acompañarse y compartir cada experiencia que les producía la enfermedad.
En la actualidad, Amo mi calva reúne a 150 mujeres valientes que reciben no solo compañía sino apoyo en las dudas que tengan durante el tratamiento. “En el área psicológica o la nutricional, cada una aporta desde su experiencia”, explica Catalina.
En este momento todas las actividades son virtuales. La calvitertulia, por ejemplo, es la manera en la que han estado conectadas en esta cuarentena, puesto que por ser población de alto riesgo, su cuidado debe ser más riguroso.
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Algunas mujeres que sanan, siguen con la Fundación. Terminan su proceso y quieren seguir apoyando a las demás, dice Catalina, con esa voz afectada, un tanto cansada por la quimioterapia que recibió días antes de esta entrevista.
Ahora Catalina enfrenta otro proceso. De nuevo fue diagnosticada con cáncer, en la misma mama que le hizo conocer el dolor en 2017. Además, vuelve a vivir este proceso con su madre, quien también revivió su dolencia. Ambas se acompañan, dice.
Nada es capaz de borrar su sonrisa, aún a través del teléfono se puede percibir ese gesto con el que le agradece a la vida las experiencias que le trajo la enfermedad, la sabiduría de saber del porqué le ocurrió esto y para qué.