En Colombia botamos cada año 9.76 millones toneladas de comida apta para el consumo humano. Recuperarla a tiempo para combatir el hambre y la desnutrición es la buena acción de los bancos de alimentos.
Silvia Elena Llano y su esposo Pedro Nel Giraldo han sido las caras visibles del esfuerzo familiar por conservar un legado de solidaridad que se expresa en la fundación Saciar y sus 20 años como banco de alimentos.
Ella es la subdirectora, pero prefiere no ser protagonista; mejor, dice, que los hechos sean los que hablen, como la atención brindada a seis millones de personas y el redireccionamiento de 54 mil toneladas de productos que recibieron en donación.
El nacimiento de Saciar tuvo un momento clave con ocasión del fallecimiento de su padre, Juan José Llano. Silvia Elena y la familia recibieron durante el entierro visitas de muchas personas que nunca habían visto en sus vidas y que eran beneficiarios de sus ayudas. Esa fue la mejor la motivación para continuar con labores que habían visto tantas veces desde que eran pequeños con sus abuelos y padres. En Colombia no se hablaba de bancos de alimentos y ya los cinco hermanos estaban creando el primero.
“Nacimos para trabajar por las personas” recuerda Silvia Elena, y continua: “empezamos rescatando alimentos que se perdían, que llegaban a los basureros o a los rellenos sanitarios, pero que eran aptos para el consumo humano”.
Estar convencidos de una intención genuina y necesaria los mantuvo contra tantas puertas cerradas. Comenzar no fue fácil. Pero con trabajo duro y la obtención de los primeros resultados fueron recibiendo cada vez más apoyo, al punto que en 2018 entregaron 6.092 toneladas a beneficiarios y atendieron 728 instituciones y 74.286 personas por mes.
Además de Silvia Elena y Pedro Nel, sus dos hijos, Elisa y Daniel, colaboran con Saciar. “Crecieron aquí”, dice ella y reconoce que el tiempo familiar, de ocio y de asuntos personales no es mucho, pero asegura que es mayor la satisfacción por ver la labor cumplida.
En todo este tiempo, de los momentos más emocionantes fue cuando a la celebración de los 20 años se presentaron jóvenes beneficiarios de la fundación, que hoy son estudiantes universitarios y profesionales. “Hoy somos lo que ayer nos dieron”, se leía en las camisetas que portaban. “Hoy pueden contar una historia diferente”, celebra Silvia.
Por: Clara Giraldo Agredo / [email protected]