Castigada la arrogancia

 

Ganó Alonso y ganó sumamente bien, no hay nada qué objetar. Lo que parecía imposible hace tan solo dos meses se dio, y con lujo de detalles. Y es más bonita una victoria cuando se consigue prácticamente en el último momento, en contra de la mayoría de pronósticos. Difícil saber quién estaba más sorprendido el domingo en la noche, si el vencedor con su nítida victoria o el perdedor con su estrepitosa derrota.
No hay duda de que numerosos votantes indecisos, a medida que veían subir a Alonso en las encuestas, se iban decidiendo en su favor. Volviendo trizas las encuestas. Y lo más increíble es la caída en picada de Naranjo. Es evidente que al menos el 90% de quienes hace algunas semanas afirmaban que votaban por él, lo abandonaron sin piedad. Asombrosamente, un candidato con más de 100.000 votos hace cuatro años hoy ha quedado muy por debajo de 10.000. Fue profético en el sentido negativo su lema “tenemos que hacer más”. ¡Hacen un poco más y quedan debiendo votos!
No puede dudarse tampoco que Alonso se vio favorecido por el profundo rechazo que le generaba Luis a buena parte del electorado. Tal vez por malos recuerdos de su gestión como Alcalde, tal vez por tantos rumores circulando por ahí… pero sobre todo por tanta arrogancia.
Arrogancia que brotaba a borbotones cuando afirmaba que su alcaldía había sido lo máximo que le había pasado a Medellín. O cuando, sintiéndose triunfador, despreciaba oportunidades de debate con sus contendores. O cuando lanzaba propuestas a diestra y siniestra -de acuerdo, algunas muy interesantes- sin explicar en detalle, por ejemplo, de dónde saldrían los recursos para hacerlas todas al tiempo.
Nunca ninguna de sus actitudes reflejaba siquiera una pequeña posibilidad de que no fuera el triunfador absoluto el pasado 28 de octubre, como si la elección fuera un mero formalismo para oficializar su coronación.
A lo mejor si hubiera aceptado que en su alcaldía se cometieron algunos errores le hubiera ido mejor. Si gallardamente hubiera asumido la responsabilidad de metidas de pata históricas como los famosos “resonadores” de la loma de Isa, tal vez muchos electores no habrían estado tan interesados en castigarlo.
Al nuevo Alcalde le damos la bienvenida, confiando en que le vaya muy bien, ojalá mejor que a Fajardo. Que continúe y expanda las cosas buenas de su antecesor y amigo. No le pedimos que haga muchas obras, solo necesitamos que las haga bien desde el principio, así cuesten más dinero inicialmente.
Le pedimos también que sea coherente y estricto en los temas de tránsito y cultura ciudadana, asuntos en los que a Fajardo, a pesar de que al final se están viendo mejores cosas, le quedó faltando. Estaremos pendientes desde esta tribuna para llamar la atención sobre diferentes asuntos de la vida de esta ciudad y muy en particular de nuestra comuna de El Poblado
Esperamos, finalmente, una Jal más visible y exigente, real protagonista en la labor de hacer más agradable la vida de este sector de Medellín. Si no, ¿para qué los elegimos?

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