Una decisión global desnaturalizó el que siempre fue mi vino favorito. Venía percibiendo los cambios desde hace tres años, hoy tiro la toalla.
Si la memoria no me falla, el primero que me tomé fue hace unos 18 años. Estaba habituado al Cabernet Sauvignon, el Malbec y el Merlot, hasta que un amigo, en un gesto que no olvido, me lo puso en la copa. “Ponle cuidado a este, es Carmenere, es un chocolatico”, me dijo. Y fue flechazo instantáneo.
Del Cabernet había empezado a identificar sus aromas de cerezas; del Malbec, sus ciruelas y pimienta negra; del Merlot los toques especiados y los recuerdos de violetas. Pero llegó el Carmenere y de inmediato pegó como favorito por sus regalos de fresas, vegetales, especias y dos notas exclusivas e inconfundibles: pimentón y petricor, dicho en largo, aroma al momento previo a la lluvia.
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Un vino diferente y encantador, fantástico para acompañar amatricianas y boloñesas, también cordero, mole poblano, chuletas y ratatouille, además ni mandado a hacer para chicharrones y patacones con hogao.
Tantos años después, luego de tomarme no sé cuántos, siempre chilenos y siempre de casas distintas, hoy me pregunto, Carmenere ¿dónde estás, corazón? Y me lo vengo cuestionando hace unos tres años hasta que hoy tiro la toalla. Citando a Mocedades y su bonita canción, “no oigo tu palpitar”; apoyándome en Shakira, “te busqué, entre el suelo y el cielo, mi cielo, y no te encontré”. Dejó de ser aquel que me flechó y cada copa reciente me ha quedado debiendo.
¿Qué le pasó al Carmenere?
Quise confirmar con el sommelier José Rafael Arango, y en efecto me dijo que “a los críticos de alcance mundial, los que establecen los puntajes del vino, no les gustaban las notas especiadas, vegetales, de pimentón verde y de paprika y pidieron moderarlas”. Todo se logra en el viñedo mediante una mayor maduración de la fruta y una exposición superior al sol. “Los productores son esclavos de los gustos y han reaccionado al pedido de modificar las características del Carmenere”, añade José Rafael, del que mucho pueden aprender en @joserafaelarango en Instagram.
Daniel Calle, presidente de Novili, y para seguirlo en @danielmcalle, tiene la misma mirada: “El mundo del vino está cambiando, se viene enfocando más en la fruta y el origen. Y en el caso del Carmenere, que es una de las cepas más difíciles de trabajar en el viñedo, en reducir su arista vegetal y sus notas amargas, que no son del gusto general”.
Se me fue, lo perdí. “Esta industria es un péndulo y en este minuto esa es la tendencia”, remata José Rafael. Por esa razón, ahora sus copas se parecen a las del Cabernet Sauvignon, incluso al Merlot. Y de esas ya había.
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“Le quería yo tanto y se fue, para nunca volver”, canta Mocedades. Ya veremos cómo se sigue moviendo el péndulo y si las tendencias recuperan la expresión que hoy los críticos desechan. Entretanto, entretendré mis conversaciones y activaré mis comidas con Sangiovese, Syrah o Primitivo. Porque en los vinos sí aplica: un clavo saca otro clavo.