/ Juan Carlos Franco
Habría sido bueno ganar la sede de los olímpicos jóvenes de 2018, qué duda cabe. Este evento nos habría puesto en la mira de todo el mundo y (tal vez) nos permitiría reposicionarnos positivamente después de tantos años de mala reputación.
Eso suponiendo que todo fluyera normalmente y no se presentaran situaciones de inseguridad, tanto en la ciudad como en el país entero. No vaya a ser que días antes del evento (o peor, durante él) nos empezaran a cancelar asistencias, como ya nos hizo Argentina por allá en 2001 para la Copa América de fútbol.
O que nosotros mismos empecemos a hacer protestas por aquí y bloqueos por allá, como ocurrió con el reciente partido de Messi. Y que finalmente perdamos más de lo que ganemos.
Y no es que Buenos Aires, flamante ciudad ganadora del evento que perdimos, sea el modelo de seguridad. Tal vez antes lo fue. Hoy no. Y al paso que van las cosas en Argentina, no sería raro que dentro de un tiempo resulten cancelando su sede, muy al estilo de Colombia saliéndose del Mundial del 86.
Sea como sea, suficiente ya con la tanda de postulaciones a premios y eventos que ha tenido Medellín en los años recientes. Tanta avidez por ganarse esto o lo otro puede ser contraproducente. Empieza a verse ya no tanto como virtud sino como complejo de inferioridad.
Sí, de acuerdo, hay que reposicionar a Medellín, ante propios y ante extraños. Pero caramba, va a tocar hacerlo por el camino largo y difícil, que no es el de los eventos o premios (algunos de discutible nivel), sino el de mejorar la calidad de vida y la cultura de sus gentes. De todas.
Y ya sin postulaciones, vamos a tener que ayudarle a esta administración Gaviria a encontrar un tema concreto en el que pueda enfocarse, y que con mucho trabajo y algo de suerte le permita hacer historia.
Lo primero que salta a la mente es solucionar la inseguridad. Jugarse más a fondo, aun si en este campo el buen trabajo que se hace y los avances que se logran duran muy poco y son muy vulnerables. Cualquier hecho nuevo deja sin piso los logros anteriores. Y cualquier cantidad de policía que se adicione siempre será insuficiente.
O sea, hay que pedalear como locos pero la bicicleta es estática y a veces, aunque se pedalee hacia adelante, ella avanza hacia atrás.
Otro tema obvio para que Gaviria se enfoque en lo que le queda de mandato es el desarrollo del Cinturón Verde y el Parque Longitudinal del Río. Porque contar con zonas verdes generosas, de buen nivel y bien manejadas constituye el programa de mayor equidad e inclusión social posible. Hacer buenos parques y aceras decentes es permitir que la gente se encuentre de igual a igual, caminando, trotando, paseando al perro, compartiendo el sol o viendo un artista callejero.
Pero ese enfoque tiene que ser una obsesión, casi una monomanía, y no un simple programa más. Así como hacía con lo de ciudad innovadora y con los Olímpicos de la Juventud, pero multiplicado por diez.
El alcalde tiene que conseguir gente que sepa y vibre con el tema, y tanto él como sus funcionarios tienen que hablar de eso todos los días. Tiene que rediseñar los cargos y las funciones de su gabinete. Tiene que demostrar que es coherente y en muchas ocasiones –si no siempre- preferirá un buen parque a una regular vía.
Pero a juzgar por la falta de liderazgo y poca claridad ante situaciones tan concretas como el Túnel Verde y la Valorización, los actos no parecen acompañar a las palabras.
¿No habrá por ahí algún premio internacional de parques y zonas públicas para que nos postulemos, a ver si así?
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