Bots

Si la ciencia ficción nos puso a soñar con robots diseñados para imitar y sustituir el accionar humano, ¿por qué nos empeñamos en tener en las redes sociales a los más primarios y estúpidos de su especie?

Avanzan rápido. Piensan poco. Son las víctimas ideales. No hablo de los zombies de Guerra Mundial Z, hablo de los bots, aunque a veces pareciera que unos y otros están hechos del mismo material, alterando cualquier distinción entre átomos y píxeles.

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Una de las pocas cosas que me gustó de Matrix Resurrection, film muy políticamente correcto para mis expectativas, fue ver en el relato las hordas de bots enfurecidos dispuestos a atacar sin conocer las razones ni los objetivos de su confrontación, una imagen muy cercana a la que vivimos en nuestros días cuando, sin saber las razones, terminamos siendo insultados en plataformas sociales como Twitter.

Habitamos un presente de ciencia ficción en el que metáforas como la de Matrix u otras tan poéticamente aterradoras como WestWorld, dominan nuestros días; con la única diferencia de que en ambas narrativas parecieran existir otros robots pensantes, capaces de pronunciar palabras tan cargadas de significados como estas: “La belleza es un señuelo”, como nos lo recuerda la hermosa y audaz Dolores Abernathy, en aquella serie distópica creada por Jonathan Nolan y Lisa Joy.

Los bots nos incomodan, pero los celebramos. Nos aterran, pero los viralizamos. Los despreciamos, pero repetimos sus tendencias como máquinas en la radio. Además del tufillo de malestar que nos dejan y esa especie de incomodidad que obedece al ego aún sabiendo que pueden ser seres inventados, ¿qué otras reflexiones nos dejan estos no-seres capaces de hacernos presa fácil del odio y la desinformación?

Listaré algunas: hay que dudar y verificar, y debemos restarnos importancia a la hora de atender insultos que no sabemos de dónde vienen. No obstante, hay una que me obsesiona: necesitamos más alfabetización digital y mientras escribo esto recuerdo a Medellín Digital, programa lanzado en 2006 en la alcaldía de Sergio Fajardo y que, gracias a una alianza público – privada, nos conectó con los primeros mundos virtuales. Sobrevivió a las administraciones de Alonso Salazar y Aníbal Gaviria, siendo cerrado por Federico Gutiérrez, sin saber la falta que hoy, cuando vivimos una batalla digital, nos haría.

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La alfabetización digital no solo incluye conexiones. También nos habla del uso de la tecnología, de las preguntas que debemos de hacerle y de los contenidos que debemos crear para que habiten el ciberespacio, contenidos de calidad que nos ayuden a superar los lugares comunes a los que nos ha llevado el discurso del odio promovido por los bots en Internet. Alfabetizar digitalmente es tal vez una de las pocas salidas que nos llevará a comprender que un mandatario que es capaz de crear ejércitos de bots también sería capaz de hacernos mover rápido, pensar poco y convertirnos en las víctimas ideales.

Seamos defensores de las inteligencias artificiales que le hacen bien a la humanidad y dejemos de celebrar aquellas que, lejos de ser inteligentes, solo buscan confrontarnos, robarnos la esperanza, polarizarnos y hacernos mal. Volviendo a WestWorld, no dejemos escapar otra de las frases de Dolores, “los placeres violentos tienen finales violentos”, y nosotros todavía podemos cambiar el rumbo de la historia.

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