Hasta el 18 de diciembre permanece esta exposición en la Estación Medellín. Investigación, sensibilidad y proyección unidas.
Memoria, arquitectura, patrimonio, sociedad, imaginarios, se unen en una exposición que resulta una delicia recorrerla, no solo por la investigación que hay en ella sino por la manera como se presentan los distintos hallazgos. El espectador no puede permanecer indiferente a los momentos que se proponen, los cuales surgen de una profunda lucidez frente a este proyecto que trae asuntos del pasado a este incierto presente.
Ausentes Teatros, así se titula esta muestra que se abrió en noviembre del año pasado y, aunque estaba programada para cerrar el 31 de enero de este año, continuará abierta en la Estación Medellín hasta el 18 de diciembre, gracias al apoyo de Memoria (s) y Patrimonio de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía Medellín.
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Piñón de Oreja le dio vida a este proyecto dirigido por el arquitecto y urbanista Pablo Castillo Muñoz, quien se le midió a una investigación que tiene como protagonistas tres íconos urbanos de Medellín que, a pesar de haber sido demolidos hace varias décadas, hacen parte de una memoria urbana que no puede perderse. Se habla del Circo Teatro España (1910-1939) y los teatros Bolívar (1919-1954) y Junín (1924-1967) que, gracias a esta muestra, se levantan de entre sus ruinas para hablarnos con una nueva voz.
Todo en ella es simbólico. El lugar que la alberga era la sala de espera de primera clase de la antigua Estación Medellín del Ferrocarril de Antioquia, que se convierte en una especie de embudo que permite al visitante ir a un pasado de gran significación. Incluye fotografías de archivo, animaciones, libros, planimetrías, modelos tridimensionales, reproducciones. Textos explicativos y testimonios -escritos y en video- de quienes fueron espectadores, e incluso intérpretes, como las pianistas Teresita Gómez y Blanca Uribe, y otros invitados que analizan su valor patrimonial, en entrevistas que suman unas cien. También se presentan fragmentos inéditos de archivos fílmicos, objetos curiosos y programas de mano que, aunque curtidos por los años, tienen una vigencia impresionante, pues dan cuenta del movimiento cultural de principios y mediados del siglo XX de una ciudad que apenas comenzaba a crecer.
Con la Pandemia por la Covid-19 hay una parte inmersiva de la exposición que no se puede disfrutar: gracias a la realidad virtual la muestra incluye la reconstrucción de esos escenarios, en una vista de 360 grados de su interior, hasta el punto que uno se siente como si estuviera en ellos, caminándolos y viviendo sus transformaciones arquitectónicas a lo largo de los años que estuvieron de pie. Los detalles son increíbles: las butacas, los decorados de sus telones y balcones, sus entradas y pisos, se recuperaron en un trabajo de delicada filigrana.
Lo que hay detrás son horas y horas de investigación, en una labor precisa y constante de más de un año. Un grupo interdisciplinario unió esfuerzos y así arquitectos, historiadores, artistas y comunicadores dieron vida a una exposición como pocas se han visto en Medellín. En su primer momento, entre noviembre del año pasado y marzo 15 de este, fue visitada por 7.174 personas.
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Recién inaugurada, Pablo Castillo hacía énfasis en que, si bien había una intención de sensibilizar en torno a unos inmuebles con una historia significativa, la muestra va mucho más allá, pues no se trata de una reconstrucción vacía que se queda en la superficie de los espacios, en los ecos de lo allí vivido. Hay un sentido vital, como es el de posibilitar una reflexión trascendente sobre la Medellín de hoy y los cimientos que tiene. Aunque ya no están esos tres escenarios, el Circo España y los teatros Bolívar y Junín, representan una época que también nos define en el hoy. ¿Qué significó haber perdido esos lugares? Fue como una especie de herida. Al derrumbarlos se destruyeron más que muros, unas acciones vitales que desde ellos se jalonaban quedaron inconclusas: algunos procesos de apertura y expansión; los proyectos de artistas y gestores que gravitaban en torno a ellos; la formación y diversión del público.
En su presentación, Piñón de Oreja afirma que, si bien el interés primero fue la búsqueda por espacios de significación, la muestra no se queda en una referencia a la estructura física, que, si bien es importante, no es lo único en un proyecto de esta envergadura que indaga por usos, relaciones, percepciones, significados, es decir, transversalidades posibles que se descubren gracias a los testimonios de personas mayores de sesenta años que compartieron imaginarios de un valor incalculable. Además, esas fotografías maravillosas halladas con gran dificultad permitieron reconstruir los teatros para visitarlos, todo anclado en la tecnología manejada con recursividad. Son “lugares de memoria, evocadores de experiencias estéticas y urbanas”.
La exposición hace sentir al espectador como en una especie de máquina del tiempo. La reconstrucción espacial, los textos y testimonios vivos permiten ahondar en lo que pasó en aquellos años cuando esos escenarios estaban llenos de vida con espectáculos circenses y de baile en el Circo España; presentación de zarzuelas y operetas, conciertos y obras de la dramaturgia universal en los teatros Bolívar y Junín.
Se habla en esta muestra de un ser de ciudad. ¿En aras de qué se tumban estos espacios? Hay quienes lo defienden. Hablan de progreso y desarrollo, incluso dicen que, si el Junín no se hubiera derrumbado, no existiría el edificio Coltejer. ¿Qué tan valida es esta apreciación? Y así como esta son muchas las reflexiones que sugiere esta muestra. ¿Cuál es la relevancia de estos inmuebles? ¿Qué significan patrimonio, historia y memoria? ¿Qué se perdió al derruir estos y otros tantos edificios en una ciudad como Medellín que conserva tan poco de su pasado? En fin, las discusiones no tienen punto final.
En Ausentes Teatros hay una memoria individual y colectiva, un reconocimiento a la arquitectura de una época y a los sueños ciudadanos. El rescate de los documentos, fotografías y objetos y la conversación con tantas personas, permitieron a Pablo y a su equipo realizar una investigación bien sustentada, de resignificación, y una reconstrucción espacial muy sugerente, que no termina aquí, pues de lo que se habla es de un “pasado activo” que trasciende y por eso se escucha con una voz fuerte en estos tiempos.
Piñón de Oreja, gestores de Ausentes Teatros
Piñón de Oreja nació en 2015. Le dieron vida María Isabel Abad Londoño, abogada y antropóloga de la Universidad de Los Andes de Bogotá; Paula González Echeverri, comunicadora social de la Universidad Pontificia Bolivariana y Pablo Castillo Muñoz, arquitecto de la Universidad de los Andes en Bogotá y magister en procesos urbanos y ambientales de la Universidad Eafit. Sus propuestas usan múltiples plataformas para llegar a niños, jóvenes y adultos. Se entiende la cultura como aquello que está en medio de la memoria y la creación. Ausentes Teatros hace parte de un proyecto macro que busca reconstruir virtualmente edificaciones de valor arquitectónico y cultural desaparecidas en los siglos XX y XXI. Esta exposición inicia ese recorrido que dejará un mapa lleno de riquezas y sentidos. El proyecto ha continuado con apoyo de la Biblioteca Pública Piloto y Comfama y en alianza con la Orquesta Filarmónica de Medellín que ha ofrecido conciertos en lugares en los cuales otros inmuebles patrimoniales están ausentes, por tanto, se ha hecho una recreación virtual del edificio desaparecido: Banco Republicano, Mercado de Guayaquil, Catedral de Sonsón y Estación Villa.En la página web de Piñón de Oreja hay una muestra virtual de la exposición Ausentes Teatros: www.pinondeoreja.com