Arte y Educación
/ Jorge Vega Bravo
El pasado 31 de agosto asistí como ponente al encuentro de Medicina y Humanismo que realiza cada mes el departamento de Medicina Interna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Esta ponencia se gestó por el interés del doctor Luis Felipe Gómez, jefe del citado departamento, en mis columnas sobre la muerte publicadas en Vivir en El Poblado. Me produjo gran alegría retornar al Alma Mater y ver la artística renovación de los espacios de la Facultad de Medicina; entusiasmo y esperanza al ver los rostros de estudiantes, internos, residentes y profesores abiertos a otras miradas. Les presenté un panorama general de la Medicina Antroposófica como modelo que complementa la mirada médica convencional y la amplifica desde la perspectiva de la ciencia espiritual. Luego abordé el tema de la calidad de muerte y de la preparación para la misma desde otros modelos de pensamiento.
Constaté que las mentes y los espíritus de nuestros jóvenes están ávidos de otras perspectivas y que es necesario replantear la educación médica integrando lo que ya Steiner señaló en repetidas ocasiones: el médico tiene que partir del conocimiento científico del ser humano pero también tiene que hacer un trabajo consigo mismo. Es necesario volver a hablar de nutrición y de salud, de filosofía y de arte, de vida espiritual.
Es urgente que los estudiantes accedan a lo que Steiner nombra como el camino interior del médico: “Este camino es un camino difícil y exigente”, que apela a la voluntad.
En la charla posterior –en la cafetería- con el doctor Luis Felipe, su esposa Patricia y el cirujano Santiago Sierra, resaltamos la necesidad de fortalecer estos espacios para lograr una verdadera formación humanista en el médico. Me enteré de que en el Departamento de Medicina Interna hay un conjunto de música y recordé mi participación en el Estudio Polifónico de Medellín, que en esa época ensayaba en un salón del Hospital Universitario San Vicente de Paúl, como un alimento para el alma y un matiz en mi formación. Cantar a Bach, a Händel o un villancico después de una clase de Patología o Psiquiatría era un verdadero bálsamo.
Las artes en general y la música en particular tienen un papel central en la formación humanista de cualquier ser humano. El gran poeta alemán Schiller ya lo expresaba: “Sólo por la aurora de lo hermoso entrarás en el reino del conocimiento”. Si el arte le da calor y vida a la ciencia, podemos acercarnos a la naturaleza humana en su totalidad. La ciencia nos brinda herramientas para comprender y transformar lo material y lo tangible, pero “a través del arte, la naturaleza nos revela sus secretos más escondidos” (Goethe) y podemos reconocer los aspectos inmateriales del ser humano y abordar su nivel anímico-espiritual. Ya hemos mencionado cómo los modelos médicos antiguos -Medicina tradicional china y Ayurveda- y la moderna medicina Antroposófica le dan un papel central al arte en el proceso de curación. En el cáncer y en las enfermedades crónicas la terapia artística es un coadyuvante de los tratamientos convencionales. En muchos hospitales europeos y del sur de América el paciente sale de la quimioterapia y va a la sala de modelado, de pintura o de musicoterapia. “El arte es la manifestación de lo espiritual encarnado en el mundo.” (Steiner).
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