Aprender de vinos, un placer que va más allá de la copa

Descorchar, por supuesto cuidando la salud propia y la de los demás, trae muchas lecciones. Pero hay más claves, todas divertidas.

Que ¿cómo se aprende de vinos? me preguntó estos días César Moreno por redes sociales. El tema me gustó porque me animó a devolverme al día cero de esta goma que me atrapó hace unos 15 años.

La consulta usual es con cuál comida acompañar una chuleta de cerdo (con Carmenere), un ceviche (con Sauvignon blanc) o una pizza peperoni (con Lambrusco tinto), o si es verdad que el vino se toma “al clima” (los tintos, sí: al clima… de Manizales) o que si es “mañé” maridar con platos colombianos (¿Mañé? ¡Hay que darle relevancia a nuestra cultura en la mesa!), pero César puso su buen punto y me movió viajes, lecturas, descorches y personas. Un montón de recuerdos.

“Se aprende tomando”, diría el canchero. Pues de boxeo no solo se conoce tirando y evitando ganchos y rectos, con la ventaja de que en un brindis lo más posible es no salir con una ceja rota y la quijada al revés. Ni hablemos de aprender a limpiar ventanales de rascacielos.

Conversé del tema con Luis Fernando Valencia. En Colombia es uno de los mayores conocedores. No sale del top 10. El Turco, de Dislicores, me dice que la primera clave es que a uno sí le guste el vino y una segunda es leer. Sugiere textos para principiantes y un tema básico: las diferencias entre los vinos y sus cepas. Tomar y leer. Y, añade, seguir tomando: “experimentar por países y hacer comparaciones”.

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Daniel Calle, CEO de la empresa Novili y otro top 10 de los conocedores, también me compartió sus apreciaciones sobre cómo aprender de vinos. Coincide en que leer es una clave y señala a Hugh Johnson como protagonista de sus inicios en esta industria. “Cotejaba lo leído con lo degustado y así fui aprendiendo”, recuerda Daniel, quien además valora el curso de la húngara Emoke Ijjasz, radicada en Bogotá, como un hito en su carrera.

“La copa es el otro gran maestro”, dice Daniel y en eso coincidimos todos -mis mejores recuerdos, querido Mario Puchulú- y añado otra pista: el gran conocimiento que aportan los viajes. Sí, tiene muchas implicaciones, más en tiempos como los que corren, pero recorrer viñedos y explorar bodegas es otra fórmula de éxito.

Algún día se podrá, así que en otras vacaciones elija Mendoza, en Argentina, o los valles chilenos, o Napa, en California: con tres días y la visita a cinco bodegas el mapa de información será rico y diverso. Y si el tiro es largo, Europa en cada rincón le dará una y mil lecciones de cepas, cosechas y formas de elaboración y de apreciación.

Se conoce de muchas formas, César, Luis, Daniel. Eso sí, y hace parte de la magia del vino, nunca se termina de aprender.

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