Antojarse en tiempos de encierro

Confiando en que el sector de restaurantes siga adaptándose a este escenario complejo, me descubro haciendo ganas para salir a comer con mi familia sin miedo.

Comer en la calle empieza por recorrer para antojarse, bueno, al menos para mí, en realidad todos somos comensales distintos. Tengo una amiga que siempre está al tanto del último lugar que abrió en la ciudad, del restaurante de moda y del plato del momento; se supone que yo soy la que escribo de estos temas y debería estar más enterada, pero qué va, ella siempre va un paso adelante, cuestión de gustos.

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Volviendo a eso de callejear para antojarse, quizás como me gusta caminar, en mí las dos cosas van juntas. En medio de un recorrido, o rumbo a una reunión, me tomo el tiempo de explorar el café que acaban de abrir en la mitad de esa cuadra que tanto me gusta; me detengo en la tienda de productos saludables y descubro una nueva soda saborizada y llego a la panadería tres cuadras más adelante a ver cuál es la última tentación salida del horno —la panadería siempre ocupará un lugar especial—.

Mientras el bicho que nos acecha se empeña en quedarse entre nosotros, caminatas y rutas culinarias resultan escasas; he pasado por locales en los que descubro un negocio desconocido y cuando pregunto si es nuevo me dicen que lleva seis u ocho meses ¡valientes! Tengo aplazadas citas para reconocer el lugar de un cocinero cercano que cambió de formato el año pasado y para visitar por primera vez otro de cocina colombiana del cual me han hablado muy bien, pero no me llegan las ganas.

Voy a algún restaurante, sí, pero todo es tan calculado y planeado que me cuesta; cargo la culpa de no estar más presente apoyando a tanto amigo cocinero, aunque en mi casa nos volvimos los reyes del domicilio. Encargamos aquí y allá para asegurarnos de estar cubiertos para los días de encierro y de repartir nuestro presupuesto en distintos negocios, en tiempos en que todos necesitamos tanto de la presencia del otro, incluso con la compra de algún producto. Comparto las iniciativas que me resultan novedosas y animo a otros a consumir o pedir, así me voy moviendo en este mundo extraño de hoy.

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Entonces me descubro haciendo ganas y confiando en que el sector de restaurantes aguante un poco más, que resista y encuentre cómo seguir adaptándose a este escenario, para salir a comer con mi familia sin miedo, para encontrarme con mis amigos y saludarnos de abrazo apretado y sin tapabocas. Me veo caminando calle abajo, lista para probar el pan de guayaba de la esquina, el capuchino del negocio del lado y la sopa de guineo del siguiente; mientras el mundo físico vuelve a abrirse, juego en mi mente, como en un tablero de Monopolio, a parar aquí y allá a mi antojo, a probar sin planear.


De bajativo: Recuerden que regresa Medellín Gourmet. Del 30 de abril al 30 de mayo, 75 restaurantes ofrecen sus propuestas en 100 puntos de venta o a domicilio; una oportunidad para comer rico, a precios fijos y de paso apoyar uno de los sectores económicos más aporreados.

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