Hacia el 2001 circuló una revista esotérica llamada Nouvelles clés. Leyéndola se me abrieron espacios y el poder de entender cómo la vida se transforma y permite descubrir otra forma de ser espiritual sin encasillarme en una estructura religiosa.
En él encontré un artículo sobre un libro violento de Denis Marquet de cuyo resumen (de Wikipedia) proviene este párrafo entrecortado por mi: “Seísmos, mareas gigantes, huracanes, erupciones volcánicas, virus fulminantes, animales enloquecidos… una serie de fenómenos sin precedentes comienzan a azotar a los Estados Unidos, catástrofes ante las que todos los científicos del mundo están sin respuestas. Poco después, la crisis pasa a ser mundial… ¿De donde salen esos desconocidos virus mortales? La naturaleza parece haber declarado la guerra a la Humanidad. Los militares, políticos y un grupo de científicos (sismólogos, virólogos, etólogos, etcétera) intentan encontrar el origen de estos hechos, antes que provoquen la destrucción total”. El acontecer actual.
Debo admitir que también me encontré de nuevo al Marquet que habla del ser único que cada ser humano es. Me encuentro con un hombre espiritual hasta el tuétano y que habla del alma, de la espiritualidad, del amor, la felicidad, la abundancia.
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Me dediqué unas tardes a ver sus videos donde en una sorprendente sencillez muestra la belleza del alma en general y de la suya, encantadora y que sabe compartir, que invita a que el ser humano atraviese ese espacio esa puerta que conduce a la vida espiritual.
Todo ser es único. La experiencia del amor es la experiencia de ver que el otro también es único. Y eso depende de la luz que su interior emana, si no sería invisible. Hay que soltar los sistemas de defensa y desamor y amar en la dimensión única del otro.
Hay varias unidades, unicidades, la unidad en cada ser, entre dos seres, en toda la humanidad. La unidad circula, cada ser es único, y en ellos el amor surge único. Vivir la manifestación de la unidad del amor.
Qué tan extraño que el Segundo Testamento guarda realmente como único mandamiento amar al otro como a sí mismo. Los relatos de Marquet invitan a dejar de ser tan “formateados” y permitirnos expresar el ser único que somos. Y todo depende de la escucha y la atención que nos prestamos y prestamos al otro. Observar siempre quien piensa en mí, quien obra en mí.
No hay que buscar en el exterior el ser único, hay que buscarlo y de seguro lo encontraremos en el interior, entrar dentro de sí y encontrar la nada, hasta que se ve la luz única e infinita que nos habita. Si uno se separa de sí mismo, se separa del amor, y de su ser único, de la verdadera vida.