/ Juan Carlos Franco
Ya que casi termina el WUF7, que tanta buena vitrina le ha dado a Medellín, es apasionante apreciar cómo esta ciudad al fin se está dando cuenta de lo profundo e importante que es el tema y que a lo largo de su historia no ha hecho otra cosa que darle la espalda.
Resulta que manejar una ciudad es mucho más complejo de lo que nos imaginábamos. Y que tiene implicaciones sociales, demográficas y económicas que perduran por décadas. Y que el proceso de desarrollar a Medellín como urbe ha estado muchas veces en las manos equivocadas. No por mala fe, más por falta de interés y conocimiento. Mientras hubo alcaldes designados por el gobernador de turno, los funcionarios llegaban al cargo como cuotas burocráticas o premios por apoyo político. ¿Qué sabían de urbanismo? No mucho, en la mayoría de casos. Hoy estamos sufriendo las consecuencias.
Es que ni siquiera eran necesarios programas de gobierno. Con pocas excepciones, simplemente llegaban a administrar el día a día y a procurar que su partido ganara la siguiente elección. Y el urbanismo quedaba por ahí, al garete. Aprobaban licencias, recogían impuestos y promulgaban normas sin garantía de que fueran mantenidas por sus sucesores.
Desde que hay elección popular de alcaldes, al menos hay programas de gobierno y los asuntos de urbanismo salen a flote durante la campaña, pero solo en años recientes se percibe real interés por el tema, se ven programas concretos y sueños de ciudad diferente, aspiraciones de cambio de modelo.
Estos gobiernos ya se han dado cuenta de que para que la gente tenga mejor calidad de vida y sea más feliz es indispensable que el entorno físico en que se mueve sea más amable e incluyente. Además, la ciudad como tal será más próspera y tendrá mayor equidad y menos desempleo.
¿Cuáles son las claves para lograrlo?:
∙ Aceras, siempre aceras. Amplias y sin obstáculos, que inviten a caminar y a encontrarse. Primero, diseñe cómo van a moverse los peatones y luego resuelva el movimiento vehicular. O al menos hágalo al tiempo.
∙ En desarrollos nuevos, tenga vías y aceras amplias desde el comienzo, aun a costa del área neta urbanizable, aun si va a percibir menos impuestos. Las generaciones futuras le agradecerán que quede el máximo posible para desplazarse a pie o en carro o en bicicleta.
∙ Zonas verdes y puntos de encuentro. Aguante las ganas y las presiones para “desarrollar” ese lote tan atractivo para vivienda o un centro comercial y conviértalo en parque antes de que sea tarde.
∙ Educación, por supuesto. Monte una cátedra desde el mismo colegio, breve pero obligatoria, para que todos los ciudadanos desde muy jóvenes sepan cómo manejarse en la ciudad. A veces ser peatón es más difícil que ser conductor y nadie lo enseña. Pues hágalo.
∙ Y claro, proyecte transporte público que desestimule el uso del carro particular… Para Medellín, muy bien los metros, metrocables y metropluses. Lástima que para El Poblado con sus lomas y alta densidad ya no sean una opción realista.
Finalmente, ¿por qué no exigir como norma mínima para aspirar a la alcaldía de una ciudad colombiana (digamos de más de 200,000 habitantes) que la persona tenga una formación básica en urbanismo? No, no estamos pidiendo que sea urbanista profesional, pero que al menos haya recibido un curso de una o dos semanas en un ambiente académico para que el candidato esté expuesto a las tendencias urbanísticas más significativas. ¡Para que a ninguno se le ocurra dar vuela atrás en el cambio de modelo!
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