En cuestiones de alimentos, cada país o sociedad tiene sus propios nombres, significados y costumbres que pueden, inclusive, cambiar entre regiones colindantes o muy cercanas. El tema disparador para esta nota me vino hace pocos días cuando una amiga me comentó una anécdota atinente a su familia y que les ocurrió hace algunos años.
Resulta que desde Medellín toda la familia se desplazó a Buenos Aires y entonces el primer domingo de su estadía les pareció que lo más apropiado era ir a almorzar en la parrilla que había en la esquina de la casa que recién habitaban; este tipo de establecimientos, generalmente de tipo casi familiar, son muy comunes en todos los barrios de esta ciudad y que son un reflejo de las costumbres italianas y españolas que aportaron los inmigrantes del siglo XX; en ellos, además de carne a la parrilla, es usual encontrar que se ofrezcan empanadas, pastas y picadas compuestas por salames, salamines y quesos.
Como la familia era grande, cuando el mozo llegó a tomar la orden, la madre de mi amiga, muy suelta de cuerpo, le dijo: “Mire señor, para empezar y mientras nos trae bifes de chorizo y papas fritas para todos –que queremos como plato principal– por favor tráigase unas 30 empanadas para calmarle el hambre a estos tres niños”; el mozo abrió tamaños ojos. “¿Treinta empanadas, está segura?” a lo que la señora le contestó: “Sí, treinta, y si son pocas después pediremos más”, entonces el mozo le dijo: “Mire señora, le traigo una empanada de muestra y usted después me dice cuántas quiere que le traiga a la mesa”.
Para aquellos que no lo sepan, las empanadas en el sur del continente son mucho más grandes que las nuestras, y generalmente se consumen solo de a una por persona como entremés antes de la comida; y si de pronto estamos en España y encontramos que en el menú hay empanada gallega, también es bueno saber que con ella podrán comer seis u ocho.
Uno de los temas más complejos para un extranjero en una país determinado, es pararse frente a la vitrina refrigerada de la carnicería o de la pescadería y pedir con propiedad el corte o pescado que se quiere.
Por ejemplo, nuestro querido y delicioso solomito, en Bogotá y Argentina se denomina lomito, en Chile se conoce como filete, en Brasil y Francia se le dice filet mignon, en los Estados Unidos es el denominado tender loin y en España es conocido como solomillo. Algo parecido sucede con todos y cada uno de los cortes de carne. Más complejo aún es el tema de los pescados y mariscos, en el que además hay que tener en cuenta y conocer las especies que se encuentran o producen en sus aguas. Entonces el tema de los nombres específicos se nos complica cada vez más a medida que entramos a países con lenguas y costumbres más diferentes.
Para toda esta confusión se me ocurre que habría dos o tres soluciones: comprar a dedo señalándole al dependiente de la carnicería o pescadería lo que se desea, comprar en el supermercado seleccionando la mercadería directamente de las góndolas o finalmente, y si no hay problemas de barrera de idioma, preguntar por lo que se ve o explicar qué es lo que se busca o quiere. Cuando sí se trate de comprar empanadas será bueno pregunta antes por su tamaño, no sea que el mozo no sea tan rápido como el de la señora del cuento y le traiga a la mesa ¡las 30 empanadas que pidió!
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Buenos Aires, mayo de 2013.
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