/ Jorge Vega Bravo
Un antiguo proverbio chino reza: “Los caminos fáciles no llevan lejos”. El camino que lleva a conocer el interior del ser humano no es un camino fácil. Mirar hacia el interior comporta exigencias, implica pausas, plantea desafíos. Ya hablamos de tres caminos frecuentes explorados por la humanidad para mirar hacia adentro: el primero se relaciona con la voluntad y se fundamenta en rituales mágicos, el segundo parte del sentir y está afincado en las técnicas respiratorias y el tercero –camino moderno– parte del pensar y tiene como meta el ideal del oráculo de Delfos: ‘Conócete a ti mismo’. El ser humano moderno ya no quiere creer, quiere conocer, quiere comprender.
La antroposofía propone un camino de desarrollo interior que R. Steiner expone en su texto ¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores? (GA 10-1904) y en numerosas conferencias. Es un buen mapa de ruta, es un camino consciente que presupone dos condiciones internas: la capacidad de asombro o veneración y la quietud interior, y se fundamenta en dos pilares: la observación y el desarrollo del pensar libre. La capacidad de veneración implica el reconocimiento de nuestra pequeñez y la aceptación de que existe un mundo más elevado. La quietud interior nos lleva a tener momentos en que salimos de la vorágine de la cultura actual y nos aquietamos, nos observamos, respiramos.
El método de observación que inauguró Goethe y perfeccionó R. Steiner consiste “en observar las cosas de la naturaleza en sí mismas y en sus relaciones recíprocas”, sin guiarnos por el agrado o desagrado que nos produzcan. “Deben renunciar a sus propias impresiones y como hombres indiferentes y casi divinos, estudiar e investigar lo que existe y no lo que les agrada” (Goethe).
¿Y qué significa pensar en este contexto? Pensar es algo más que el pensamiento corriente. El pensar corriente es aquel que nos lleva a comprender los gestos de la experiencia. El pensar corriente es la base de la actividad del intelecto cuya función es separar y mantener separados los conceptos: actividad analítica. La distinción entre causa y efecto, libertad y necesidad, idea y realidad, es obra del intelecto. Y esta separación es un estado intermedio del conocimiento pero no su culminación. La unidad, la síntesis, es función del alma racional, de la razón humana. La razón nos reconcilia con la realidad.
El cerebro humano es el instrumento del pensar; la medicina actual establece una ecuación entre cerebro y mente, en una simplificación reduccionista. La capacidad de desarrollar un pensamiento libre es una conquista que se puede lograr a través de la meditación en el sentido moderno y que va más allá del cerebro. Lo primero es descubrir y afianzar la idea de que por encima de nuestra mente pensante hay un nivel más elevado que puede controlar y aquietar el flujo de los pensamientos y las imágenes. A partir de allí puedo cualificar el contenido de mis pensamientos y meditar sobre ideas que tienen un contenido universal y que me acercan a la verdad. La verdad es algo grande que a todos nos une pero que cada uno de nosotros tiene que conquistar. La verdad se conquista por el pensar libre y es lo contrario de la dependencia. Este país necesita entrar en el sendero de la verdad, del pensar libre. El desarrollo interior es la mejor prevención para las dependencias, para la esclavitud en que vivimos.
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