Isabel Cristina Bouhot Cárdenas es el alma de la Fundación Compasión, una entidad sin ánimo de lucro que construye casas rurales para familias que viven en condiciones infrahumanas.
El estudio no fue lo suyo. Su asignatura preferida era vender mecato y chucherías en el colegio La Salle, de Bello, donde estudiaba. En noveno quiso ir a San Andrés y traer mercancía para vender, pero su novio de entonces -su marido hoy-, le dijo que si no se graduaba no se casaba con ella. “Finalmente terminé el colegio por obra y gracia del Espíritu Santo, pero yo de universidad, nada. Yo solo quería casarme, ser mamá, estudiar música y recibir clases de cocina”.
Isabel Cristina nació en Bello, en una familia católica… “en un hogar extraordinario; tuve los papás más ejemplares y generosos del planeta. Mi papá siempre nos enseñó que para ser felices había que empezar por el otro”. Y a fe que Isabel Cristina aprendió muy bien la lección, y la ha sabido transmitir a quienes la rodean. Ahora, toda su familia marcha a su mismo ritmo.
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Un año después de graduada, se dedicó a traer mercancía de San Andrés, y a hacer lo que siempre quiso: estudiar música y cocina, “y me casé muy rápido. Con 19, ya tenía una hija, Ana María. “Ella fue mi gran prioridad, yo me le dediqué en cuerpo y alma a mi muchachita. Nada de que usted me la cuida. Yo soy la mamá”.
Cuando su segunda hija, María Camila, tenía tres años, se hicieron a un terrenito en Marinilla, vereda Llanadas. Y construyeron una casa prefabricada que aperaron con una oferta de Medellín es una ganga….
Conociendo los alrededores, Isabel descubrió la inequidad social tan marcada entre ellos y sus vecinos. Entonces, decidieron ayudarlos haciendo pequeñas mejoras en sus casas…
En 1992 se dieron las primeras semillas de lo que sería la Fundación Compasión: entidad sin ánimo de lucro que “dona” viviendas rurales dignas para familias que viven en condiciones infrahumanas. Construye en Marinilla, oriente antioqueño; en San Marcos, Sucre; y próximamente, Caimitos, también en Sucre.
Pero viendo que esas ayudas a sus vecinos eran insuficiente, decidió que era mejor tumbar las casas y construir nuevas. “Y comencé a pedirles a los amigos, cemento, adobes…. Y pusimos recursos propios”. También empezó a cantar y a cambiar música por juguetes. “Yo iba con mi guitarra y mi amigos a cantar a las casas, y ellos nos pagaban con juguetes. “Pero yo sabía que eso era algo muy pasajero y lo que necesitábamos era algo más definitivo, más grande, pareciéndome los juguetes muy importantes. Yo siento que el juguete fue el escenario que Dios me puso para llegar más lejos”.
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Un día, Isa llegó al canal Tele VID, de la Congregación Mariana, para cantar en las misas. Grabó un CD con música religiosa, y con la plata recogida construyó una casa. “Eso fue algo espectacular”. Como la cosa funcionó, grabó otro CD, e hizo otra casa. Y para surtirlas inició la campaña, “Regáleme lo que ya no usa”. Pero decidió que no se iba a pasar la vida cantando para hacer casas.
Así que en 2012, el Canal Tele VID le ayudó a formalizar la Fundación, y ha estado acompañándola desde entonces. Pero además, Isabel Cristina y Compasión han contado con numerosos apoyos, públicos y privados; algunas alcaldías y municipios; numerosas empresas; personas naturales silenciosas, grupos de amigos o colegas; la gobernación de Antioquia; una Viviendatón anual que se hace por Tele VID. E instituciones con las que han establecido o establecen alianzas. Y obviamente, “contamos con el apoyo y la asesoría de la junta de acción comunal de cada municipio”.
Isabel Cristina es el alma de la Fundación Compasión, pero su esposo, Gabriel, siempre ha estado a su lado. Y en su momento, sus dos hijas. “Yo siento, que por obra y gracia del Espíritu Santo, ellas escogieron dos carreras vitales para nosotros; estudiaron lo que a mí no me gustó; la una Comunicaciones y la otra Administración… yo diría que eso fue sin planearlo, sin pensarlo, pero es que las niñas siempre han estado vinculadas al trabajo social que yo he realizado toda mi vida. Ellas iban conmigo a cantar las serenatas de casa en casa, a repartir los juguetes, a entregar mercados, casas… Yo digo que eso es una cosa solamente del cielo, que las dos terminaran trabajando en Compasión. Y ahora tenemos dos nietas gemelas, que tienen seis años, y hacen parte ya del voluntariado”.
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En 2020, la Fundación Compasión cumplió 28 años, en los cuales ha construido 320 viviendas con todos los requisitos de construcción, completamente dotadas, y a la medida de las necesidades de cada familia. Durante la cuarentena, solamente estuvieron parados dos meses. Algunas empresas se les fueron, pero otras llegaron. Isa confía en que vuelvan más…
En el futuro, la Fundación quiere ir más allá: incentivar en las familias la creación de unidades de negocios (conejos, gallinas, huevos) para vender a los vecinos o para su consumo.