Los habitantes de los Montes de María siguen empeñados en sacar adelante a sus familias gracias a la fertilidad de la tierra que los acoge. Comprar sus productos es contribuir a conservar esta cadena de valor.
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A ratos pienso que escribir de cocina y restaurantes en tiempos de Covid no tiene sentido, supongo que el agotamiento me acompaña, luego reflexiono, quizás se trata de encontrar el enfoque que conecte con este extraño presente. Para esta edición dedicada al medio ambiente regresé en mi mente tres años, cuando justo llegaba de conocer una ínfima parte de los Montes de María, esa amplia extensión de tierra fértil que reúne 15 municipios de Sucre y Bolívar y que tanto ha sufrido por la violencia que de nuevo amenaza.
Como les contaba en la crónica publicada en este medio, Wilmar Andrade, líder campesino, me llevó a conocer su parcela y la de sus vecinos en la vereda Raiceros de San Juan Nepomuceno, así que decidí hacer algo que solemos olvidar en periodismo: volver a las historias. Llamé a Wilmar a preguntarle cómo habían evolucionado los proyectos productivos de Asoagro –asociación campesina a la que pertenece–, qué había pasado con la exportación de ñame; si habían avanzado en su transformación para aprovecharlo de otra manera y evitar pérdidas por sobreproducción; si seguían enviando productos a Crepes & Waffles y, claro, si también ellos sentían el regreso de la violencia como se viene denunciando en Carmen de Bolívar y San Jacinto desde finales del 2020.
La primera buena noticia que me da es que en San Juan Nepomuceno han estado tranquilos en temas de violencia, lo cual les ha permitido seguir con sus proyectos, con las restricciones que ha traído el Covid, claro está, que justo han afrontado mejor gracias a la organización que les da Asoagro desde 2006. “En el 2020 continuamos trabajando con C.I. Tropical, empresa de Sincelejo, en la exportación del ñame, y si bien fue menor a la expectativa, estar organizados nos permitió buscar más salidas para vender éste y otros productos”, explica Wilmar.
Así que el ñame lo están vendiendo en la región con intermediarios, y aunque la elaboración de harina del tubérculo sigue siendo artesanal, no han echado en saco roto el proceso de industrialización; siguen teniendo convenios con panaderías de San Juan Nepomuceno que preparan algunos productos con ésta, entre ellos las famosas galletas María Luisa. El envío de albahaca, limonaria, aguacate y mango a Crepes & Waffles en Cartagena se paró con la pandemia, pero se mantienen como proveedores de frijol rojo cuarentano, justo ahora en cosecha y que, al ser menos perecedero, también llega a Bogotá y Medellín.
Lo otro que mantienen, fundamental para Wilmar, es el trabajo con la Fundación Herencia Ambiental Caribe que, junto con Parques Nacionales, mejora el ecosistema del Santuario de Flora y Fauna Los Colorados. Además de la creación de corredores verdes en zonas deforestadas, para beneficiar a animales en vía de extinción como el tití, la marimonda y la pava congona, continúan con la siembra de árboles nativos para recuperar fuentes de agua y beneficiar al ganado.
Han logrado una importante sensibilización de las comunidades, notoria ante el creciente interés de los habitantes de la zona de vincularse a sus proyectos. Promueven la construcción de jagüeyes –reservorios de agua–, han reducido las quemas, hay mayor conciencia sobre la caza –que sea de subsistencia– y siguen diversificando el uso de la tierra con cultivos que van desde aromáticas, pasando por granos y frutales, hasta el ñame, antes casi la única opción; también promueven la apicultura y la piscicultura.
Los miembros de Asoagro se han reducido en tres años de 180 a 120, y los que se mantienen no han logrado todas sus metas; sí, el camino ha tenido baches, pero no se ha cerrado.
Los habitantes de los Montes de María siguen empeñados en sacar adelante a sus familias gracias a la fertilidad de la tierra que los acoge; justo Wilmar me contó que andan en conversaciones con Créame, incubadora de empresas en Medellín, para comercializar sus productos. Si en su próxima compra se topa con alguno, no lo pase por alto, echarlo en su canasta contribuye a una cadena de valor hoy golpeada, pero que juntos podemos mantener.