/ Elena María Molina
Poesía, canto de amor, el Cantar de los Cantares nos invita a reconocer a la bien amada, el femenino que venimos a desposar. Ir hacia ella: “Morena soy…” hacia lo más íntimo, donde está el potencial de cada ser. Desposar el lado oscuro son las nupcias del hombre.
Somos creados para nutrirnos de ese enorme potencial femenino. Para ir hacia la memoria de lo esencial, para acordarnos de lo que somos, de dónde vinimos y hacia dónde vamos.
Esa mujer hermosa que es la creación toda, también es el abismo que podríamos llenar de cosas o admitir como vacío, y abismo lleno de energía que al desposar nos llena de energía nueva. El abismo. Nacer es abismo, vivir es abismo, la vida es el abismo si no hay un profundo amor preciso y precioso por nuestra Shulamita: “Qué bella eres amada mía, qué bella eres”. No conocerla es el sinsentido.
Del deseo nace la realización, surgen la energía y la posibilidad de ir a explorar ese abismo que llamamos inconsciente, no con situaciones o sustancias que no ayudan al camino. La exigencia es exigencia de amor, y cuando lo pienso así, pienso que ese ser íntimo que me habita es bromista, simpático y abandonador.
El femenino no puede quedarse en apariencias porque se absorbe, se deja engullir por las formas, y como es abismo y oscuridad, lo que despierta es deseo externo de placer, posesión y poder. Ahí nace esta violencia abrumadora que hay hacia la mujer. Cómo duele lo que sucede, las muertes, las violaciones, la intimidación, los abusos de poder –lo que propone la Constitución pasa como si nada fuera– la diferencia en los reconocimientos salariales, el desconocimiento de la labor de las madres comunitarias, de las madres, de la naturaleza.
El femenino es el lado oscuro, abismal, lleno de amor y de in-formaciones, energías, eros, que conduce a la realización. El eros, que es el espíritu en el hombre, y su risa. Risa y besos, boca y verbo. Requerimos de la risa, del eros y del verbo para asumir ese femenino interior que nos llama desde la Shulamita: “Soy negra y deseable” ¡para que cese la violencia!
El corazón ya no es fuente de amor, es fuente de narcisismo. Nos contemplamos y nos queremos ver cada vez más hermosos, sin ver el femenino: “Soy negra”, soy oscuridad, y ahí radica su belleza.
Es alarmante que el gobierno no tenga mujeres en los diálogos de paz (dicen que van a nombrar a una). La paz proviene del femenino. Mientras que el masculino, de hombres y mujeres por igual, siga aniquilando y devorando la naturaleza y los mundos interiores, no habrá bien y mal, habrá –como ahora– vida y muerte.
Los reconocimientos de la Medicina nos cuentan que cada célula del hombre adquiere y guarda una conciencia. Cambiemos nuestras generaciones de violencia por generaciones de conciencia. El amor es inseparable del verbo, de la boca, del beso, de la risa. Si no hay ternura, hay muerte. Si no hay eros hay muerte. Y si no hay reconocimiento del femenino vamos hacia la aniquilación.
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