Aquí está otra creación, una parábola con nombre de mujer salida de la pluma de Jorge Amado y veamos de qué manera.
La primera vez que se supo de Teresa Batista fue cuando la tía Felipa la vendió a los trece años al coronel Justiniano Duarte Da Rosa, que de verdad no le hacía honor al nombre. Como distintivo llevaba un collar de oro y cada argolla significaba una niña desvirgada.
Cuando Teresa supo de la venta se fugó y la cazaron como a una fiera, el coronel la llevó a su estancia y la domó a punto de golpes y castigos. No fue su amante, sino una esclava sexual.
Cualquier día llega al pueblo un joven que seduce a Teresa a escondidas del coronel, quien los encuentra en la cama y quiere someter al joven a vejámenes que no soy capaz de contar. Teresa sabe lo que se le espera, por eso mientras Justiniano desata su furia con el muchacho, ella lo mata.
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Claro que va a la cárcel y es redimida por otro coronel, Emiliano Guedes, este sí bondadoso y comprensivo y la hizo su amante con todas las consideraciones, pero así es el destino, la muerte reclama a Emiliano, y Teresa sabe que debe abandonar la casa.
Después le tocó lidiar con la peste de la viruela negra; el médico y la enfermera del lugar desertaron y entonces Teresa vacunaba, visitaba enfermos, hasta llegó a meter al infectado Zacarías en un saco, lo cargó para llevarlo al lazareto y la vieron salir con su peso destilando pus, y vean les cuento: “…cuando la viruela entró en Buquim, para hacerle frente sólo quedaron las putas, caballero, comandadas por Teresa Batista”.
Esperó con paciencia a su gran amor, un marinero, y mientras tanto iba de burdel en burdel apetecida por los más ricos, se ganó de enemigos a muchos, porque si veía que alguien golpeaba a una mujer, eso se convertía en asunto suyo, y los dejaba dolidos con unas patadas estratégicas que aprendió.
Al estilo de la comedia griega de Aristófanes Lisístrata, Teresa organizó una huelga en los prostíbulos, la ganaron, pero a ella le fue muy mal, la encarcelan de nuevo y salió derrotada.
Teresa Batista cansada de guerra, -así se llama esta novela-. Aparece un amigo muy querido y viudo que le propone matrimonio, ella acepta, preparan una fiesta con mucho fasto y de pronto, antes del ritual, llega el marinero, su antiguo amor que creía muerto, la fiesta sigue sin matrimonio y Teresa se va con Januário Gereba “por el mar de Bahía salpicada de agua, sabiendo a mar”.
“Yo, Eulalia Leal Amado, le digo señor mío que Teresa Batista se parece al pueblo y nada más. Se parece al pueblo brasileño, tan sufrido y nunca derrotado. Cuando creen que murió se levanta del ataúd y anda”.
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